lunes, 27 de abril de 2015

POLITICA DE UN ALTA EN UN CENTRO DE SALUD MENTAL*

 por Trinidad Cámara Palop 

Tomo como punto de partida el comentario de J. Lacan en “La dirección de la cura y los principios de su poder” (1958) para situarnos más allá del ideal de normalización del discurso del Amo, quien con el eslogan de psicofármacos para todo, promete felicidad para todos. Situarnos más allá de este ideal unificante, significa trabajar, como analistas, desde la política del síntoma, única manera de subvertir este ideal. Cito: “El analista es menos libre en su estrategia que en su táctica. Vayamos más lejos. El analista es aún menos libre en aquello que domina estrategia y táctica: a saber, su política, en la cual haría mejor en ubicarse por su carencia de ser que por su ser” (pag.569, Escritos 2).
Cómo hacer política analítica dentro de la política sanitaria, o mejor habría que decir dentro de las políticas sanitarias, pues son muchas y cambiantes, dependiendo  -en la mayoría de las ocasiones- de las modas y los modos del malestar social. La diferencia entre ambas, que señala ya la sintaxis, por el lado del número gramatical: política psicoanalítica, número singular/políticas sanitarias, número plural, apunta a otra diferencia más profunda, marcando una hiancia radical. Es así que la administración y sus gestores tienen que hacer planes de salud para la población general. Es lógico, no tendría sentido ir usuario por usuario atendiendo sus necesidades de salud; y es desde esta lógica desde donde se elaboran toda una serie de  Guías de Práctica Clínica y Protocolos de actuación para atender cada uno de los trastornos mentales. Sin embargo, el analista no puede dejar de ocupar otro lugar que no sea el de la escucha singular, única cada vez, del caso por caso. Ahora bien, esta diferencia no impide encontrar una respuesta a la cuestión planteada (cómo conjugar ambas políticas), si apelamos a otra lógica, si la brújula con la que nos orientamos apunta al lugar del analista en tanto que él se hace semblante del objeto ‘a’, como causa del deseo o ser de goce.
 Es, entonces, desde esta posición (posición de objeto causa) que no acepto la petición de alta de Sara, cuando abatida y resignada, acude a la sesión para despedirse. Viene de la consulta del psiquiatra quien le acaba de dar el alta, pues ya no puede hacer más por ella, recomendándole que siga tomando la medicación que meses atrás había interrumpido.
Cuando empiezo a ver a Sara en el Centro de Salud Mental en el que trabajo,  ya llevaba un año de tratamiento, sin gran mejoría ni grave empeoramiento. Fue derivada por su médico de cabecera porque se sentía deprimida, triste, desganada, apática y así continuaba. Se quejaba de su mala suerte con los hombres pues en todas sus relaciones de pareja acababan - indefectiblemente-  por dejarla, por abandonarla, sin que ella pudiera remediarlo, siendo un enigma la causa de semejante repetición. Su rostro se iluminaba ante cada encuentro amoroso y se tornaba en decepción tras cada fracaso.
Acostumbrada al discurso psiquiátrico y psicologicista, había podido entender de forma vaga y confusa que la figura de su padre algo tenía que ver en lo que le ocurría, pero esto no era suficiente para que hiciera una primera rectificación subjetiva. La inercia en la toma de fármacos y su pasividad, borraba todo atisbo de emergencia de subjetividad, obturando cualquier posibilidad de asumir su propio malestar, impidiéndole ser la protagonista de su propia historia, negándole la oportunidad de salir de la repetición familiar en tanto que Sara se encuentra identificada a la figura materna, donde se halla comprometido su goce: ser abandonada por los hombres; de la misma manera que su madre fue abandonada, un buen día, por su padre cuando Sara era pequeña.
Sara tenía dificultades para acudir con asiduidad a las consultas; sí podía de forma muy espaciada, por lo que hacía coincidir siempre la cita con psiquiatría con la cita de psicología. Se resistía a que la citara otro día distinto o que aumentara la frecuencia de las sesiones, constituyendo, tal resistencia, un verdadero obstáculo para sustraerla de la pasividad inerte en la que se había instalado a lo largo de los años.
Aprovechando el alta del psiquiatra doy un viraje en la estrategia con un acto: no consiento a su resignada despedida y la animo a seguir en terapia para salir del impasse en el que se encontraba, que la abocaba a una cronicidad irremisible. Acto que me permitió maniobrar en la transferencia y aprovechando que sus circunstancias personales le permitían venir con más libertad al Centro –lejos de darle el alta- aumento las sesiones citándola una o dos veces por semana.
Volvamos de nuevo a Lacan en el mismo Escrito de “La dirección de la cura…”: “Es pues gracias a lo que el sujeto atribuye de ser (de ser que sea en otra parte) al analista, como es posible que una interpretación regrese al lugar desde donde puede tener alcance sobre la distribución de las respuestas” (pag.571, Escritos 2).
Se produce -de tal manera- un giro que alcanza una nueva distribución de las respuestas, que permite la aparición del síntoma analítico y un cambio de posición en Sara, de la pasividad “ser abandonada” (por los hombres), “ser tratada” (por los fármacos), pasa a tomar otra posición más activa respecto a su malestar, lo que le lleva a preguntarse por su ser mujer: “hay algo que no te he dicho antes por vergüenza, yo no he tenido nunca un orgasmo con ningún hombre”.
La táctica, en el campo de batalla, ha resultado y la vida de Sara cobra más actividad, se vivifica: se ha animado a hacer deporte, se ha puesto a dieta para perder algunos kilos que le sobran y está quedando más con las amigas, al mismo tiempo que está pudiendo mantener a su madre a una cierta distancia que le hace sentirse más liviana. Se encuentra mejor y quiere tomarse un tiempo para ver cómo funciona sola. Sabe que queda pendiente encontrar una respuesta a la pregunta formulada. Ahora sí decide ella: quiere coger el alta. Me parece bien, emplazándola a seguir cuando lo desee, esta vez, en consulta privada.
Después de casi cuatro años en el Centro, le doy el alta en agosto de este año. Como nos enseña Lacan en el Seminario 11 “Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis”, el trayecto de un análisis no se hace una sola vez, tiene que ser recorrido varias veces.


                    Madrid, 5 de diciembre de 2014

*Trabajo presentado en la 3ª. Jornada de la Red Psicoanálisis y Medicina

No hay comentarios:

Publicar un comentario