Por Esther González (Bilbao).
Este trabajo se realizó para presentar el Grupo de
Investigación “Psicoanálisis y Medicina” en el IX Symposium de grupos de
investigación y estudio, organizado por el Instituto del Campo Freudiano de
Bilbao y que tuvo lugar el 1 de junio de 2013.
Como antecedente, señalar la formalización de la red de
Psicoanálisis y Medicina, inscrita en el Instituto del Campo freudiano;
Red constituida por nudos, ya que
sus componentes trabajan en distintos lugares geográficos.
El grupo nace con la idea de formalizar la puesta en marcha
de un lugar donde fuera posible el intercambio entre el discurso de la medicina
y el discurso del psicoanálisis; que parten de presupuestos y tratamientos
diferentes, pero tienen algunos intereses comunes como son el cuerpo, la
enfermedad y el dolor. Se trata de un grupo abierto, al que se puede sumar todo
el que esté interesado.
Psicoanálisis y medicina siempre han compartido campo de
experiencia. Freud era médico, neurólogo; también buscaba la verdad en el
cerebro, pero se le atravesó un real distinto. Fue la investigación de
enfermedades cuyos síntomas se resistían al tratamiento médico de la época,
pero que cedían con el uso de la palabra, lo que le llevó a formalizar los
principios de la práctica psicoanalítica.
Decidimos empezar por la cuestión de la relación clínica, de
investigar los cambios que se han producido en la relación entre médico y
paciente en las últimas décadas, como consecuencia de la irrupción del discurso
de la ciencia en la medicina.
En primer lugar quisiera señalar que no se trata de
nostalgia, de que el tiempo pasado fue mejor; es evidente que el progreso de la
ciencia ha supuesto un cambio radical en la medicina, ofreciendo la posibilidad
de resolver problemas que antes no tenían solución. Pero también ha dado lugar
a la aparición de dilemas muy complejos y ahí es donde puede estar la
posibilidad del intercambio entre psicoanálisis y medicina.
Hay dos fechas, dos versiones para el inicio de la
transformación científica de la medicina; una sitúa que se inicia con la
publicación del libro de Vesalio “De humanis corporis fabrica” que por primera
vez basa el estudio de la anatomía en la observación directa del cadáver en
1543. Otra versión la sitúa en 1628 con la publicación del libro “De motu
cordis” de William Harvey, que representa la introducción del método
experimental en el estudio de los fenómenos biológicos.
En el S.XIX, pero sobre todo a partir de mediados del XX, la
biología introduce un saber que acelera de forma exponencial el desarrollo
científico de la medicina; nace la biotecnología, tecnociencia aplicada a lo
vivo, que no distingue entre conocimiento y aplicación. Se justifica el
progreso científico, por su capacidad de salvar vidas y aliviar el sufrimiento;
a pesar de la evidencia de que, en ocasiones hay conflictos entre dicho
progreso y el bienestar humano.
En los años 90 la Medicina Basada en la Evidencia se
presenta como la posibilidad de disponer de información fiable, capaz de dar
respuesta a cualquier pregunta, constituyéndose la investigación en el
principal proveedor para la práctica clínica. La tecnología ofrece una gran
potencia de cálculo y también un sueño: que pronto será posible calcular toda
la actividad humana, reduciéndola a comportamientos objetivables.
Como resultado del progreso científico, se incorporan
distintos instrumentos y aparatos que revelan al médico datos que el paciente
ignora y sobre los que no tiene control alguno. En la actualidad, el médico tiene más confianza en los datos
recogidos por el instrumento que en las opiniones y quejas del paciente.
Aparece la posibilidad de que el médico pueda estudiar diversas estructuras
internas del paciente, sin la presencia de este (rayos X, scanner, resonancia
magnética….) En estos momentos está en marcha la utilización de redes, apps,
telemedicina… que opera sin la presencia del paciente y también sin la del
médico.
La formación de los médicos está orientada al uso de la
tecnología; el ideal imperante es el de la objetividad y las políticas
sanitarias están orientadas por el coste y la eficacia; por la creencia de que
se puede poner en cifras todo lo que tiene que ver con la existencia del ser
humano. Donde pareciera que la palabra, los decires, pudieran quedar por fuera
de la clínica y los profesionales no necesitaran ninguna información sobre los
aspectos personales del paciente.
Pero una cosa son las políticas sanitarias y otra los
profesionales, donde nos encontramos con posiciones heterogéneas respecto de la
política sanitaria y respecto de la práctica clínica. Es ahí donde es posible
la transferencia de trabajo; muchos profesionales se sienten involucrados en su
práctica, donde en la relación clínica se encuentran no solo con la enfermedad,
también con el enfermo. Ahí se encuentran también con la demanda del enfermo y
eso no es sin consecuencias.
Saben que la experiencia de estar enfermo incluye como se
percibe, se convive y se responde a los síntomas, las incapacidades y el
sufrimiento. Y que la interpretación y el uso de los significados de estar enfermo
pueden contribuir a que los cuidados que se prestan sean más eficaces.
Otra cosa es como, desde donde abordan las cuestiones que
tienen que ver con el paciente y quedan por fuera del proceso orgánico, pero
inciden en este. Las elaboraciones del psicoanálisis sobre el concepto de
síntoma o la relación del sujeto con el lenguaje, pueden ayudar a aclarar
muchas situaciones que se presentan como un callejón sin salida para la
medicina.
Por otro lado, el objeto de la práctica médica no es ya solo
el enfermo sino que también se dirige al hombre “sano”; el discurso médico
trata de enunciar cada vez con más precisión en qué parámetros se reconoce un
individuo normal. Los
tratamientos, la prevención y los estudios genéticos están orientados a
constituir un hombre lo más normal posible. Que se está convirtiendo en un modo
de control social.
En los años 70 algunos profesionales se empiezan a
interrogar por la posición ética de su práctica, en una posición claramente
diferenciada de la racionalidad científica; aparece la Bioética, un campo de
reflexión sobre los principios que orientan a los profesionales en su práctica
clínica. Y es que los avances de la ciencia producen un cambio de posición en
el médico, donde su juicio clínico ya no es una brújula, como señala Lacan en
1966
Uno de los debates que ahora suscita mucho interés es la
cuestión del límite, como poner un límite que evite que el paciente sea tratado
como un objeto. Apostando por la conveniencia de establecer una cierta
separación entre los avances científicos y la práctica de la medicina, ya que
todo lo posible no tiene por qué ser aplicado; hay que tener en cuenta otros
factores antes de tomar una decisión.
Se pone en tela de juicio no solo los medios, sino también
los fines de la medicina. La medicina tiene tal capacidad de intervención en el
cuerpo humano que aparecen dilemas que muestran las contradicciones y el
sufrimiento que puede ocasionar el uso poco reflexivo del poder técnico.
Otra cuestión que afecta a la relación clínica, es la pregunta
acerca de quien tiene que tomar las decisiones que afectan al cuerpo de una
persona; fueron los propios pacientes los que comenzaron a reivindicar esto.
Quedando constituida la relación clínica, del lado del profesional, el que
tiene la información técnica y del lado del paciente, el que tiene la capacidad
de consentir o decidir.
Comienza a tener un estatus privilegiado el principio de
autonomía, donde el paciente sería capaz de autodeterminarse y no respetar sus
decisiones sería negarle la libertad de actuar según sus elecciones.
Construyendo un paciente ideal capaz, en cualquier
circunstancia, de reflexionar y decidir conforme a dicha reflexión; la
autonomía de la persona y el consentimiento que se deriva de ella se convierten
en los únicos principios capaces de distinguir lo que es legítimo de lo que no
lo es.
Sin cuestionar las contingencias que en ocasiones pueden
empujar a un individuo a consentir algo. Todos conocemos el uso puramente
burocrático que se hace del consentimiento informado, un uso mercantil o
contractual.
La comunicación queda reducida a la información, donde el
médico debe informar al paciente y velar porque este comprenda la información
recibida. En la idea de que es
posible entender todo lo que dice el paciente y que se puede asegurar de que el
paciente ha entendido toda la información que él le ha dado; un decir sin
equívocos.
Por último,
quisiera señalar que sabemos que investigar en psicoanálisis es hacer
elaboraciones inéditas, por modestas que sean y eso exige un esfuerzo: el de
autorizarse a saber más de lo que se sabe.
La creación
de este grupo de investigación presenta un amplio campo de estudio; se trata de
buscar la manera de poder sostener el discurso analítico, de crear una red de
argumentos que nos permitan difundir y conversar acerca de los problemas
clínicos actuales.
Esther González
BIBlIOGRAFÍA
- Psicoanálisis
y medicina. Lacan. Ed. Manantial
- Una
ciencia sin raíces. Laure Naveau. Ed. Eug
- Salud
mental y orden público. Jacques Alain Miller. Ed. Eug
- Introducción
al método psicoanalítico. Jacques Alain Miller. Ed. Eolia Paidós
- Bioética
Salud mental y psicoanálisis. VVAA
Ed. Polemos
- La
transformación de la Medicina. Ruy Pérez Tamayo. Revista on-line Letras Libres
- Paradojas
del individualismo. Victoria Camps. Ed. Critica
- Qué
es la ética aplicada. Michela Marzano. Ed. Saber