Por Eric Laurent.
(Psicoanalista en Paris)
Las
seducciones de la ilusión cientificista
La
tecnología ofrece a las burocracias contemporáneas una potencia de
cálculo sin igual. La ilusión cientificista consiste en soñar que
un día, pronto, será posible calcular todo de una actividad humana
reducida a comportamientos objetivables. Ya no se habla en mega o
gigabytes, sino en tera o petabytes, siendo un terabyte el
equivalente de 1000 gigabytes y un petabyte el de 1000 terabytes. La
biblioteca nacional representa aproximadamente 20 terabytes de texto.
La base de datos de Wal-mart, el Carrefour americano, representa 570
terabytes. Google trabaja en permanencia sobre 4 petabytes de
información. La acumulación de datos hace enloquecer de una locura
particular. Alimenta el sueño de saber todo de cada uno y de poder
calcular lo que el otro quiere. Las herramientas estadísticas no
suponen ningún saber clínico previo. La máquina se limita a rumiar
datos1.
Diríamos con Lacan que las herramientas estadísticas son
significante puro, tonto. Es su fuerza. La extensión de esta utopía
en el campo de la medicina consuma la “medicina basada en la
evidencia” en la que, sin referencia al saber clínico como tal,
expertos estadísticos calculan mediante la comparación de muestras
homogéneas las variables que aseguran el éxito o el fracaso de los
tratamientos.
La
paradoja de los éxitos de la MBE2
es que no tratan del saber como tal. Para salvar vidas en el
hospital, los promotores del “cero defectos” promueven el respeto
absoluto a procedimientos que apuntan a evitar las enfermedades
nosocomiales. Revisan sin cesar y obligan a reverificar los
medicamentos distribuidos. Y para reducir las muertes en las unidades
de cuidados intensivos: lavarse las manos con frecuencia y lavar los
catéteres con antiséptico; ordenar verificarlos. El modelo es la
industria de la aviación o la industria del automóvil, y la gestión
Toyota. Es en la vigilancia de la pragmática de las curas dónde los
protocolos seguidos mecánicamente obtienen los resultados más
cristalinos. Ésta es también la razón de los límites encontrados.
Sólo una pequeña parte de la clínica puede ser reducida y
verificada mecánicamente.
Los
partidarios más feroces del método MBE reconocen que parte de unas
premisas difícilmente extrapolables a los pacientes reales: los
protocolos para ensayos clínicos excluyen a esos factores de
comorbilidad que son el lote de pacientes reales. Éstos atañerían
a decenas de protocolos a la vez, que nunca se evaluarán
conjuntamente. Fuman, beben café, toman medicamentos en cóctel,
trabajan demasiado, respiran amianto, toman la píldora, etcétera.
Las mejores bases de datos y sistemas expertos sólo producen el
diagnóstico correcto en el 75% de los casos. Cierto, la memoria de
la base de datos es mejor que la de los sujetos individuales, pero un
médico nunca está sólo y una verdadera conversación clínica se
acomoda perfectamente a la consulta de una biblioteca estadística.
Desde el punto de vista opuesto, vale más añadir al software las
estimaciones de los clínicos expertos como elemento de un programa
de un nivel superior, a condición de que se vean afectados de cierto
coeficiente de ponderación. La mutación que debería atravesar la
medicina es esa que el aviador ha conocido como el Fly
by wire.
Los pilotos intervienen sólo en caso de accidente imprevisto o por
disfunción del aparto. No es seguro que la medicina pueda reducirse
al modelo de la aviación en la medida en que únicamente una pequeña
parte de los que hace los médicos puede cuantificarse
verdaderamente. Las catástrofes aéreas, como la del vuelo AF447 de
Río, los llamamientos masivos en relación a la conducción, o los
suicidios en empresa están ahí para recordarnos que sería extraño
erigir la aviación y la gestión Toyota como ídolos.
El
método estadístico no se limita a la medicina. Se interesa también
en la justicia y apunta a desentenderse de los jueces. Por ejemplo,
para apreciar el riesgo de reincidencia. En los EEUU, las leyes del
estado de Virginia incluyen desde 2003, en primicia mundial, una
cláusula que obliga a los jueces a mantener detenidos a los
delincuentes sexuales cuando éstos tienen una puntuación superior a
4 en una escala de evaluación de la reincidencia. Es esta justicia
enfeudada a los procedimientos cientificistas la que Robert Badinter
denunciaba, en una tribuna reciente, por los peligros de la
definición “de un régimen de seguridad fundado sobre la
peligrosidad supuesta de un autor virtual de infracciones
eventuales”3.
Luchaba contra la inscripción en la ley de un crimen virtual. Este
infierno ya se ha realizado en Virginia.
De
forma equivalente, en el campo de la educación, los expertos
estadísticos tratan de imponer protocolos en los que el profesor no
sería sino el recitador de un manual estándar de enseñanza
debidamente evaluado y que debería seguirse al pie de la letra.
Los
enseñantes, los clínicos, los jueces bufan ante la destitución de
su acto, todos testimonian del efecto de mortificación del deseo. Es
una verdadera destitución subjetiva real.
El
efecto real debe distinguirse del efecto imaginario de herida
narcisista que puede producir la competición hombre-máquina
dramatizada. Del narcisismo del clínico Lacan ya se había mofado en
su sátira del que se cree el único que saber hacer. Cito: “Cet
être le seul, justifie le mirage à en faire le chaperon de cette
solitude”4.
Lacan
apelaba pues vigorosamente a los clínicos expertos a formarse a las
exigencias de la lógica propia al acto analítico. Esta lógica
permite potenciar el acto yendo más allá del embarazo del
narcisismo. Los algoritmos del cálculo masivo de lo íntimo producen
el efecto inverso. Matan al sujeto ya que no dejan lugar alguno para
esa angustia constituyente de la soledad del acto. “La
cause du désir pour chacun est toujours contingente, c’est une
propriété fondamentale du parlêtre”5.
La
angustia de los sabios
Foucault
rompe con una concepción de una historia de las ciencias reducida a
una descripción de la “ortogénesis
de la razón”.
Rompe con la perspectiva de una búsqueda de criterios de
cientificidad “a la Bachelard”, para interrogar más
profundamente las condiciones en las cuales la racionalidad y la
cientificidad pudieron ser instituidas como normas de verdad. Desde
este nuevo punto de vista, apunta Foucault, “la
distinción de lo científico y de lo no científico no es
pertinente”. Así,
la investigación sobre los criterios de cientificidad nos lleva más
bien a considerar la forma bajo la cual la ciencia se atribuye la
determinación no sólo de las normas de racionalidad, sino más
generalmente de la verdad misma. Si ya no es únicamente la
racionalidad lo que está en juego, entonces es la cuestión de la
verdad la que se plantea. Es una cierta relación que el discurso, el
saber, mantiene consigo mismo. La verdad, en este sentido, no es en
adecuación a un objeto exterior, sino “effet
interne à un discours ou à une pratique”6,
7.
En
“El reverso del psicoanálisis”, Lacan nombrará este punto de
recorte como “efecto interno” a un discurso como “goce”8.
Se
trata entonces de investigar el goce propio a aquél que viene a
ocupar el lugar del agente del discurso del saber, el sabio como tal.
Y esto, no desde una perspectiva sociológica o psicológica, sino
como posición de goce. El sabio es escuchado desde ahí, tal y como
lo ponía de manifiesto Max Weber en “El sabio y la política”.
El sabio, en el sentido de Max Weber, tiene una relación al saber
fuera-de-sentido. Jean-Claude Milner acentúa el carácter de
indiferencia que liga sabio y saber9.
Esta posición no se sostiene según Lacan más que al margen de las
crisis de la ciencia. Para hablar del sabio, Lacan nos habla de su
angustia. En un primer tiempo habla, en “El triunfo de la religión”
de la angustia del biólogo productor de las armas de destrucción
masivas10.
También podríamos hablar de la angustia de los físicos en los años
50, entre los cuales el nombre de Robert Oppenheimer destaca
particularmente. Biografías de Oppenheimer, aparecidas
recientemente, dan testimonio de ello11,
12.
Habría
ahora que sumar, a los físicos y a los biólogos, a esos médicos
inquietos por la potencia de destrucción del modo de prueba
estadística que domina actualmente. La adopción del paradigma de la
MBE ha producido efectos devastadores que se revelan hoy de forma
cada vez más evidente. Un rotundo editorial, publicado en febrero de
este mismo año por uno de los observadores más calificados de la
medicina contemporánea13,
muestra como la palabra mágica “prueba” estadística se empleó
como “justificación conceptual post-hoc para el nuevo mercado de
crear y vender información clínica”. El efecto de adopción de
los protocolos universales de prescripción ha sido la de “destruir
la espontaneidad terapéutica de la psiquiatría y atenuar el arte de
prescribir, que pasa así de ser creativo y flexible a ser mecánico
y uniforme. En consecuencia, no tenemos necesidad alguna de que los
prescriptores de psicotrópicos estén médicamente cualificados”.
Se desvela que la supuesta Medicina basada en la evidencia es una
medicina basada en el marketing14.
Esta nueva retórica de la prueba se confunde con la de la
evaluación15.
La
psiquiatría universitaria anglo-sajona se ha tornado muy crítica
con las tentativas de las industrias farmacéuticas para controlar
todos los detalles de la concepción, la distribución y la
validación de medicamentos utilizando en su propio beneficio el muy
discutible procedimiento de los ensayos clínicos al azar. La cópula
de los RTC (Randomised Chemical Trials), con la nomenclatura del DSM,
produce un mixto de efectos angustiantes. El responsable del polo
esquizofrenia en el seno del DSM-IV ha escrito: “El DSM ha tenido
un impacto deshumanizante en la práctica de la psiquiatría. La
narración de casos – herramienta central de la evaluación en
psiquiatría – se ha reducido al uso de los cuestionarios DSM. El
DSM desalienta al clínico a la hora de conocer a su paciente como
individuo en razón de esta desafectada aproximación empírica.
Finalmente, la validez ha sido sacrificada para alcanzar la
fiabilidad. Los diagnósticos del DSM han dado a los investigadores
una nomenclatura común – pero quizás sea una mala nomenclatura.
Aunque la creación de diagnósticos estandarizados para facilitar la
investigación fuera un objetivo central, los diagnósticos del DSM
no son útiles para la investigación a causa de su falta de validez
(su ausencia de referencia verdadera)” 16.
Los
responsables del grupo de trabajo del DSM III pueden confesar que la
nomenclatura propuesta era “en realidad un batiburrillo de datos
disparatados, incoherentes y ambiguos… de los cuales muy pocos son
sólidos o han sido realmente validados” 17.
Los
presidentes mismos de los grupos de trabajo de los DSM III y IV están
extremadamente inquietos por el “nuevo paradigma” que quiere
introducir el DSM V, que permitirá tomar en cuenta síntomas aunque
se hallen a nivel infra-clínico.
En
una carta abierta, denuncian el carácter arrogante y aislado de los
responsables, los conflictos de intereses con la industria, el hecho
de que más y más personas se van a encontrar con etiquetas
psiquiátricas, y por tanto medicados por esta razón18.
Las disputas sobre el cambio de etiqueta de la mayoría de
depresiones y trastornos bipolares son inseparables de la caída de
los antidepresores en el dominio público y la ascensión de nuevos
medicamentos bajo patente19.
La
editora del New
England Journal of Medicine,
la mayor revista médica del mundo como me lo decía un colega
americano, da cuenta en los dos últimos números de la New
York Review of Books
de una serie de libros extremadamente críticos con el paradigma
DSM/medicamentos/MBE20.
Justamente,
si estos libros habrían dejado a sus autores en el limbo de los
suspendidos de invitación (por los laboratorios) a los grandes
congresos dónde se establecen y difunden los nuevos paradigmas, hoy
están en el centro del debate. Denuncian la famosa metáfora de la
enfermedad como “desequilibrio químico”, recordando que no
existe ninguno antes del desencadenamiento clínico y que es el
medicamento el que lo provoca por su sustancia activa. Hablar del
déficit de serotonina como causa de la enfermedad equivale a decir
que todos los dolores están ligados a un déficit de opiáceos,
puesto que los opiáceos alivian; que la causa del dolor de cabeza es
la aspirina; que se constata, en los grupos de pacientes que reciben
placebos, grupos en los cuales se reconoce una eficacia, que las
recaídas son menores que en los grupos medicados, etcétera…
Llegamos
incluso a preguntarnos si los efectos secundarios de “los
antidepresores nos entristecen” 21.
Un
sentimiento de sospecha general se ha extendido hoy sobre los
dirigentes y los líderes de opinión que participan en este modelo
dominante.
Lejos
de las certidumbres publicitadas sobre las acciones específicas de
los medicamentos, lejos de su aspecto “Magic Bullet”, el modelo
diana/medicamento se encuentra hoy en crisis. Los medicamentos tienen
efectos cada vez más individualizados. El uso que de ellos hacen
aquellos que los necesitan escapa a las limitaciones estrictas de los
protocolos. El momento de angustia que atraviesa el modelo biológico
en psiquiatría nos da una buena ocasión para recordar aquello que
se presenta siempre como huída, deslizamiento, desvío, en la
experiencia de goce de un sujeto. Hay siempre algo de clínamen
en
el sinthome
que
puede elaborar un sujeto en la experiencia psicoanalítica, con o sin
el uso del medicamento. Ésta es la forma de construir el aparato de
nombrar el goce de los fenómenos de cuerpo en una lengua propia, con
o sin el sostén de los discursos establecidos.
Notas
1.
W.M. Grove; M. Llod, “Meehl’s contribution to clinical versus
statistical prediction”, Journal
of Abnormal Psychology,
vol. 115/2, 2006, pp. 192-194.
2.
Abreviatura de ‘Medicina Basada en la Evidencia’, nota del T.
3.
Badinter R., « Le retour de l’homme dangereux », Le
Nouvel Observateur,
31 de enero - 6 de febrero de 2008.
4.
“Este ser el único, justifica el espejismo que lo hace caperuza de
su soledad”. El lector deberá advertir que el término chaperon
tiene
significados múltiples en lengua francesa, y remite no sólo a la
caperuza, sino también a un casco de mallas, a la caperuza que se
pone a las aves rapaces que sólo deja el pico al descubierto, e
incluso a la tutora o aya de una joven mujer. Nota del T.
5.
“La causa del deseo para cada uno es siempre contingente, es una
propiedad fundamental del parlêtre”.
Miller J-A, curso del 8 de diciembre del 2008, inédito.Traducción
del T.
6.
“Efecto interno a un discurso o a una práctica”. Nota del T.
7.
M. Foucault, “Entretien avec M. Foucault, Il Contributo,
janvier-mars 1980”, Dits
et Ecrits IV,
Gallimard, Paris, 1994, p. 54.
8.
“(…) si las estructuras lógicas más radicales se vinculan
efectivamente con ese pedículo arrancado al goce, se plantea a la
inversa la cuestión de a qué goce responden esas conquistas que
actualmente hacemos en la lógica. Como, por ejemplo, que no hay
consistencia en un sistema lógico, por débil que sea, tal como se
dice, que no indique su fuerza por un efecto de incompletitud, en el
que se marca su límite. Este modo de mostrarse la deshicencia del
mismo fundamento lógico, ¿a qué goce responde? Dicho de otra
manera, ¿qué es aquí la verdad?”. En J. Lacan, El
Seminario de Jacques Lacan, libro XVII, El Reverso del Psicoanálisis,
Paidós, Buenos Aires, 1992, p. 71.
9.
“Le
savoir est indifférent à l’objet ; en retour, l’objet est
indifférent au savoir. Ce n’est pas l’objet su qui fait que le
savoir est savoir ; il est l’occasion du savoir. (…)
Le
savoir, lieu où personne ne dit rien sur rien et à personne. Lieu
où de plus rien ne dure. Tout "accomplissement"
scientifique demande à être dépassé et à vieillir » écrit
Weber. (…)
De
disparition en disparition, on pourrait autant dire qu’à l’étape
finale du savoir, rien ne se passe qui ait un sens”.
“El
saber es indiferente al objeto; paralelamente, el objeto es
indiferente al saber. No es el objeto sabido el que hace que el saber
sea saber; él es la ocasión del saber. (…)
El
saber, lugar donde nadie dice nada sobre nada, a nadie. Lugar donde
además nada dura. “Toda ‘realización’ científica necesita
ser superada y envejecer” escribe Webber. (…)
De
desaparición en desaparición, podríamos añadir que, en la etapa
final del saber, nada de lo que sucede posee un sentido”.
Traducción del T.
En
J.C Milner, Le
juif de savoir,
Grasset, Paris, 2006, p. 64.
10.
“Il
y a une chose dont Freud n’avait pas parlé, parce qu’elle était
taboue pour lui, à savoir la position du savant. C’est également
une position impossible, seulement la science n’en a pas encore la
moindre espèce d’idée, et c’est sa chance. C’est seulement
maintenant que les savants commencent à faire des crises d’angoisse.
(…)
Toutes
ces petites bactéries avec lesquelles nous faisons des choses si
merveilleuses, supposez qu’un jour, après que nous en aurions
vraiment fait un instrument sublime de destruction de la vie, un type
les sorte du laboratoire”.
EnJ.
Lacan, Le
triomphe de la religion,
Seuil, Paris, 2004, p.74
“Hay
una cosa de la que Freud no había hablado, porque era tabú para él:
la posición del sabio. Es también una posición imposible, sólo
que la ciencia no tiene aún al respecto el más mínimo esbozo de
una idea, y es su suerte. Es sólo ahora cuando los sabios empiezan a
producir crisis de angustia. (…)
Supongan
que un día, todas estas pequeñas bacterias con las que hacemos
cosas maravillosas, después de que realmente hayamos hecho de ellas
un instrumento sublime de destrucción de la vida, va un tipo y las
saca del laboratorio”.
11.
A.J. Pais,Robert
Oppenheimer: A Life.
Oxford University Press, Oxford, 2006.
También:
K. Bird; M.J. Sherwin, American
Promeheus: the triumph and tragedy of J. Robert Oppenheimer,
Knopf, New York, 2005.
P.J.
McMillan, The
Ruin of J. Robert Oppenheimer and the
Birth
of the Modern Arms Race,
Viking, New York, 2005.
J.
Bernstein, 2005 Oppenheimer:
Portrait of an Enigma,
Ivan R. Dee, Chicago, 2005.
12.
R. Goldstein, Incompleteness,
the proof and paradox of Kurt Gödel,
Atlas Books, 2005, p. 239.
German
Berrios, peruano de origen, Profesor de Psiquiatría y de Historia de
la Filosofía de las Ciencias en Cambridge. Es también redactor en
jefe de la Revista Internacional de Historia de la Psiquiatría
(International Journal of History of Psychiatry).
14.
G.I. Spielmans; P.I. Parry, From
Evidence-based Medecine to Marketing-based Medecine: Evidence from
Internal Industry Documents,
publicado el 21 de enero de 2010 en www.springer.com.
15.
Laurent E., The perverse effects of EBM and the Remedies that
psychoanalysis brings, en the
Review (newsletter of the association for psychoanalysis and
psychotherapy in Ireland),
Issue 12, spring 2008.
16.
N.C. Andreasen, DSM and the Death of Phenomenology in America: An
Example of Unintended Consequences, Schizophrenia
Bulletin vol.33
no. 1, 2006, pp. 108-112.
17.
Intervención de Christopher Lane para la ceremonia de recepción del
premio Prescrire 2010, el 7 de octubre de 2010, en:
www.prescrire.org.
18.
Psychiatric diagnosis - That way, madness lies, The
Economist,
4 de febrero de 2010.
19.
B. Carey, ‘Redefining mental illness - Doctors propose changes to
manual of psychiatry, altering what’s ‘abnormal’, International
Herald Tribune,
11 de febrero de 2010.
20.
M. Angell, The Epidemic of Mental Illness: Why?, The
New York Review of Books,
23 de junio de 2011.
También:
M. Angell, The Illusions of Psychiatry, NYRB,
14 de Julio de 2011.
21.
C. Schwartz, Do antidepressants Make You Sad?, The
Daily Beast,
14 de junio de 2011.
Traducción:
Héctor García.
Publicado en Pipol News nº 51. (08.07.2011).