lunes, 29 de octubre de 2012

Pensar el cuerpo.


Por Lierni Irizar.

El cuerpo ocupa un lugar destacado en nuestra sociedad. La influencia de la biomedicina es fundamental en este protagonismo actual del cuerpo. Una biomedicina centrada en el estudio y tratamiento del organismo que nos suministra el modelo del cuerpo adecuado y que, al igual que el capitalismo y la tecnociencia, rechaza la idea de imposible en una aspiración imparable por mejorar la salud, prevenir enfermedades y prolongar la vida. En este camino, nos encontramos con el desarrollo cada vez más transparente del deseo de superación de un organismo considerado demasiado frágil, fallido y desobediente al ideal de perfección contemporáneo. El cuerpo se está volviendo obsoleto.

Este protagonismo del cuerpo aparece también en los saberes de la época. Sin la pretensión de referirme a todos ellos, voy a tratar de mostrar esquemáticamente hacia dónde y desde dónde se orientan algunas propuestas que en la actualidad reflexionan sobre el cuerpo.
Siguiendo a F. Ortega[1], podemos situar los discursos contemporáneos en diferentes puntos entre dos extremos. En un extremo encontramos propuestas que conciben el cuerpo desde una perspectiva materialista o esencialista. Incluiríamos aquí las propuestas que entienden el cuerpo como meramente biológico, fruto de la evolución e interpretado como texto genético. Propuestas biologicistas que consideran que la esencia humana es información genética. Somos nuestros genes. La biología identifica cuerpo y texto y siguiendo la metáfora, gracias a la actual ingeniería genética, se plantea la modificación del código de la vida. Surgen de este modo propuestas que hablan de una postbiología y postevolución. Se pretende borrar los límites entre organismos ya que el gen es el elemento común que opera en todos ellos y puede por tanto ser trasplantado. Las antiguas fronteras entre animales, vegetales, humanos y máquinas pueden y de hecho son derribadas[2] y en consecuencia el cuerpo, el humano, la naturaleza, la evolución y la propia muerte se convierten en algo obsoleto. Una de las propuestas más llamativas en este sentido es la llamada filosofía transhumanista, que puede parecer disparatada pero que como afirma J. Peteiro[3] plantea un mensaje que está calando y que se está plasmando en diferentes proyectos de investigación.[4] El pensamiento transhumanista propugna el desarrollo de una nueva época protagonizada por un nuevo ser, no ya humano, sino transhumano e imagina un futuro inmaterial para la humanidad. El cuerpo es considerado no sólo superfluo sino también un obstáculo. La imperfección no nos viene dada como seres pensantes sino como cuerpos torpemente diseñados, anticuados para moverse en el nuevo ambiente que se gesta a través de las nuevas tecnologías. Sus partidarios se consideran inscritos en un nuevo paradigma que rechaza el anterior basado en la idea de que la condición humana es constante. Buscan sustituir la evolución natural por el cambio deliberado que se realizará gracias a la creación de órganos, la combinación de genes entre especies y los avances tecnológicos ligados a las máquinas. La conciencia es lo único salvable y por tanto la muerte del cuerpo y la transferencia de la conciencia a un sistema informatizado nos llevarán a la inmortalidad, una de las metas del Transhumanismo. La muerte es considerada una deficiencia fisiológica del organismo humano que puede ser suplida por la eternidad  cuando la conciencia sea libre en el chip de un ordenador o cuando el cuerpo sea criogenizado en espera de la existencia infinita. Se desea trascender la muerte como límite máximo. Una vida eterna sin encarnación corporal.[5]

En el otro extremo, encontramos numerosos discursos que desde la antropología y la perspectiva de género, mantienen una posición constructivista del cuerpo. Según estos enfoques, el cuerpo es considerado una construcción social, un mero envoltorio sobre el que actúan los discursos y las prácticas sociales. El cuerpo es visto como una construcción simbólica y no se tiene en cuenta ni lo carnal ni la experiencia del mismo. Entre estas propuestas encontramos la interesante visión de Le Breton[6] que analiza el modo en que hoy en día se construyen los cuerpos centrándose en aspectos sociales, culturales y también biográficos. Más llamativas son las propuestas que como la de Haraway[7] plantean un proyecto de emancipación y liberación, en este caso de las mujeres, a través de la creación de nuevos seres, cyborgs, que supondrían de hecho la superación de las diferencias de raza, género y clase. Desde una visión constructivista, su busca la creación de un nuevo ser para escapar a la opresión. Un nuevo individuo no humano que gracias a la tecnología suponga una simbiosis entre humano y máquina creando una nueva identidad. La identidad cyborg.

Resulta curioso observar cómo en estas propuestas, teorías constructivistas y esencialistas se dan la mano en el rechazo del cuerpo.
Frente a estos enfoques teóricos, encontramos también propuestas fenomenológicas que sitúan al cuerpo como centro de lo humano. El cuerpo es considerado la base de la acción y la experiencia. Es la localización física desde la que hablamos, conocemos y actuamos y por eso, toda acción es primero acción corporal. Se considera que el cuerpo moldea el lenguaje y las estructuras racionales que utilizamos para comprender el mundo y al mismo tiempo el cuerpo es penetrado también por las relaciones de poder. La propuesta de F. Ortega se inscribe en este enfoque y plantea el cuerpo como lugar central en el mundo que se experimenta como centro de visión, centro de acción y centro de interés. El cuerpo que somos y tenemos no es sólo un objeto de control y vigilancia, ni una construcción discursiva, mediática o especular, sino el sujeto de la experiencia y de la acción. Es una posición que tal y como Merleau-Ponty afirmaba, sitúa el cuerpo en el punto cero de todas las dimensiones del mundo.

Considero que estos diferentes enfoques teóricos pueden iluminar algún aspecto relacionado con el cuerpo pero creo que la teoría lacaniana va más allá al plantear las tres dimensiones del cuerpo, real, simbólico e imaginario. Las propuestas previas dejan de lado alguna de estas dimensiones, y además, la fenomenología es cuestionada en su idea del cuerpo como punto cero y como lugar de unidad[8]. Siguiendo a Lacan, para que haya cuerpo tiene que haber un viviente, un otro y el Otro simbólico. No es por tanto el cuerpo el que moldea el lenguaje y las estructuras racionales sino que es el lenguaje el que marca y moldea el cuerpo y el sujeto.

Podemos afirmar que en la actualidad tenemos dos visiones del cuerpo aparentemente paradójicas. Por un lado, el cuerpo como lugar del mal, cuerpo despreciado que hay que remodelar y a poder ser, eliminar. Es la idea que subyace en las teorías que consideran la encarnación biológica como un mero accidente histórico y no como una característica inherente a la vida. Por otro lado, nos encontramos con el cuerpo mimado, cuidado, en el que el individuo busca su desarrollo y salvación. Se trata del intento de suturar la falta, la división, lo inconsciente y lo pulsional por el culto y cuidado del cuerpo. El cuerpo como respuesta a la división del sujeto. Ante el Otro que no existe y la falta de los otros, lo que queda es la salida por el cuerpo. Pero este cuerpo mimado es, además de objeto de mercado, un cuerpo sometido a un proceso de transformación constante. Y de este modo la paradoja se desvanece. El amor desmedido al cuerpo se revela como otra cara de lo mismo: el rechazo del cuerpo vivo y por tanto, cuerpo de goce, que además se deteriora, enferma, envejece y muere y eso, hoy, es cada vez más insoportable.



[1] El cuerpo incierto, F. Ortega, 2010.
[2] En 1986 se produjo la fusión entre los reinos animal y vegetal cuando el gen de la luz de las luciérnagas se introdujo en el código genético de la planta de tabaco para conseguir que las hojas resplandecieran.
[3] El autoritarismo científico. J. Peteiro, 2010
[4] Es el llamado enfoque Nano-Bio-Info- Cogno, NBIC.
[5] Página Web de la Asociación Mundial Transhumanista www.transhumanism.org
[6] Antropología del cuerpo y modernidad, D. Le Breton, 1.995.
[7] Análisis en Ontología cyborg, T. Aguilar, 2008.
[8] Como afirma J. A. Miller en Biología lacaniana, Lacan critica a Merleau-Ponty porque el cuerpo como lugar de unidad es la identificación entre ser y cuerpo que implica de hecho borrar al sujeto.

lunes, 8 de octubre de 2012

Hacia las primeras Jornadas de la Red.


Por Ana Castaño.

En relación al eje de trabajo: “La ética y el síntoma corporal” me gustaría compartir con vosotros en este previo a nuestra primera jornada una reflexión que toca de lleno la ética desde la perspectiva médica y desde la perspectiva del psicoanálisis que no coinciden en sus principios  ya que los discursos que las sustentan tienen orientaciones bien distintas: El Psicoanálisis está orientado por la causalidad psíquica, por lo real de la misma, mientras que la medicina en su furor sanandis  se orienta por hacer de ese real algo asible, posible de cercenar aún sin consentimiento del sujeto en cuestión, por que en nombre de la Ciencia es mucho lo que se permite incluso en esta época moderna se aproxima al sin limite.
Tradicionalmente la Medicina ha considerado los acontecimientos del cuerpo a los que denomina signos y que no tienen un claro sustrato orgánico del lado de la conversión, es decir, de la Histeria con el tono peyorativo que tiene esta consideración: No tomar en serio a estos sujetos que padecen y en muchas ocasiones van a la deriva de un especialista a otro sometiéndolos a pruebas de todo tipo. Pero lo que quiero resaltar en esta reflexión es la importancia de localizar a un sujeto en su estructura ya que todo lo que pasa por el cuerpo no es del orden de la histeria y desde la medicina es muy importante tener en cuenta esta diferencia ya que no siempre conviene que desaparezca radicalmente un síntoma corporal.
En la Convención de Antibes  sobre Psicosis ordinaria hay un capítulo sobre “Fenómenos del cuerpo y estructuras” que ilustra bien esta cuestión.
En la clínica actual aparece otra dificultad en relación a la psicosis que no siempre se muestra con alteraciones del lenguaje y del pensamiento como refiere la psicopatología clásica sino que aparece a través de un modo muy particular de situar el goce como tal en el cuerpo.
A continuación transcribo partes de un escrito que me dirigió una paciente diagnosticada de Síndrome de fatiga crónica y de hipersensibilidad química y sensorial. Una de sus características es haber hecho de un hombre su estrago hasta límites insospechados desplazando ese estrago hacia su relación con la medicina.
“Sobre mi enfermedad y mis limitaciones”:
Un discapacitado orgánico grave, como es nuestro caso, aunque nos encante el deporte nos es imposible practicarlo por que nuestro organismo no nos lo permite.
Nos sentimos como un muñeco de trapo que no nos acompaña ni el cuerpo ni la mente.
Tampoco podemos leer continuadamente ni procesar la información a tiempo real. Tenemos que anotarlo todo con lo cual en muchas ocasiones como no nos lo escriba otra persona no podemos realizarlo por nosotros mismos. Mucho menos estando en posición vertical, pues con la fuerte inestabilidad ortostática, es imposible pensar  ni realizar ningún procesamiento mental ni físico.
¡Estamos KAO! o sea sin capacidad ninguna ni de hablar ni de procesar nada ni de saber donde estás ni que hacer, sólo necesitamos buscar algún lugar en el que poder respirar y acostarte y lo demás ya se vera……..
 Después, cuando descansemos y estemos en posición horizontal, debemos leerlo todo muy despacito para saber que es lo que nos dijeron, no siempre es posible…..”.
Extraño lugar el de esta mujer en el mundo donde parece tener serias dificultades para sostenerse…..¿Que ética es posible?.

Ana Castaño.
Octubre 2012

miércoles, 3 de octubre de 2012

De la ética del antibiótico a la ética de la palabra.


De la ética del antibiótico a la ética de la palabra (1).

Por Araceli Teixidó.

La ética en medicina suele plantearse en ocasión de graves dilemas, pero podemos considerar también una ética cotidiana: la ética de la posición del médico (2). Propondré a continuación que ésta se mueve entre dos términos de la ética del antibiótico a la  ética de la palabra.
Podríamos pensar que la penicilina marca una divisoria entre el chamanismo y la medicina científica, entre dos modos de entender la medicina, entre dos posiciones del médico.
Antes de que la medicina se identificara al modelo científico natural basado en el  tratamiento de las enfermedades infecciosas, el médico curaba también con su presencia, con sus palabras. Nunca excluía la posibilidad de la muerte. Si el paciente no se curaba, él continuaba a su lado. El médico asumía los límites del poder de la medicina al hacerse cargo de sus imposibles.
Hasta que el antibiótico subvirtió esta proporción al introducir la posibilidad de que el paciente no muriese (3). La compañía del médico devino menos importante: se trataba de curar (4).
A partir de ese momento se fue configurando una posición que propongo llamar ética del antibiótico. Se puede resumir en la actitud habitual entre algunos médicos: yo hago bien mi trabajo, déjeme en paz, no me cuente su vida. (5)
  Por otro lado, sabemos que el antibiótico no alcanza el ideal. La enfermedad y la muerte no han sido erradicadas. Pero se fue asociando cada vez más medicina con salud. Entendiendo la salud de una sola manera que se impuso. ¿Con que criterio decide el médico cuál es el interés del enfermo? (6)
Existe una diferencia entre el bien que se quiere para el enfermo y lo que el enfermo desea. Diferencia que podemos ejemplificar con la realidad de las decisiones que cualquier persona toma en su vida. Lo bueno se localiza en el lugar del ideal a realizar, pero en las decisiones cotidianas elegimos según otra referencia, incluso contra nuestro bien. Porque se trata de otra clase de bien que no es el del ideal (7). En el ideal estimamos que lo bueno es ir al gimnasio, comer equilibradamente, sostener relaciones personales sanas…pero en realidad elegimos quedarnos en casa, comer lo que sea y continuar esa relación que no nos conviene.
Sin embargo cuando decidimos por el enfermo, el criterio será el bien del ideal. Es decir, nosotros transgredimos cada día nuestra dieta pero al enfermo le haremos cumplir: por su bien (8).
El antibiótico y su potencia inauguraron una medicina en la que se podía curar a la mayoría de pacientes sin atender a sus particularidades. Lo particular en medicina no son sólo las diferencias individuales en las manifestaciones de una enfermedad. Particular es la manera de entender cada uno su enfermedad y la relación con el médico; particular es la manera de entender el propio bien. Esta es la particularidad que se excluyó con la entrada de la medicina en el ámbito científico (9).
La filosofía de los cuidados paliativos, al reintroducir el límite en la potencia de la medicina, reintroduce el valor de la relación entre el médico y el enfermo.
La falta de soluciones relativiza la idea de lo que sea el bien y nos obliga a reconsiderar la ética (10).
Victoria Camps (11) señala que los problemas de los clínicos no se plantean ante cuestiones abstractas si no ante pacientes concretos. Es en el caso por caso que aparecen los dilemas éticos. Y aunque los principios orientan la práctica y por tanto son imprescindibles, no nos dicen como se resuelve cada caso.
El psicoanálisis como práctica de la palabra ¿puede arrojar luz sobre estas cuestiones? ¿Podríamos hablar de una ética de la palabra desde esa perspectiva?
El sujeto de la ética kantiana, el sujeto autónomo de la ética médica no es el mismo que el de la ética del psicoanálisis, el del inconsciente.
El sujeto  kantiano es el sujeto autónomo, el de la razón. El sujeto freudiano es el del inconsciente, el de la razón que falla, pero que no falla porque si, si no que llama a otra verdad que no es la de la razón (12). Se trata de él cuando hablamos de aquellas decisiones que contrarían el  bien del ideal.
A pesar de la diferencia, quizá se les pueda relacionar puesto que se trata en ambos casos de un sujeto al que se considera responsable de sus actos y decisiones.

Araceli Teixidó
Psicóloga clínica, psicoanalista

1. Las consideraciones tratadas en este texto parten de la Comunicación presentada en el VII Congreso de la SECPAL, “Cuidados paliativos: de la ética del antibiótico a la ética de la palabra”. Es un trabajo que tiene su raíz en el trabajo del Grupo de Bioética de la SECPAL, del cual formé parte.
Las elaboraciones planteadas son fruto del trabajo clínico en la unidad de Larga Estancia donde atendemos a enfermos paliativos no oncológicos y a sus familias. Es un trabajo en el que se colabora estrechamente con los médicos y las enfermeras de dichos equipos en la atención de los aspectos psicológicos de la tarea asistencial. Las elaboraciones teóricas son también fruto de mi actividad en el marco del trabajo en la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis y el Grupo de Investigación sobre Psicoanálisis y Medicina de la Sección Clínica de Barcelona del Instituto del Campo Freudiano.
2 .Lacan, J. Psicoanálisis y medicina. En: Intervenciones y textos 1. Buenos Aires: Ediciones Manantial. p. 86-99.
3. Entralgo, L. La praxis médica. La realidad del enfermar. En: Historia de la Medicina. Barcelona: Salvat Editores; 1978. p. 643-644
4. No son estas directamente las afirmaciones en los textos de Historia de la Medicina, pero se pueden deducir del estudio de la misma.
5. Un ejemplo que muchos reconocerán sería el protagonista de la serie House, médico que falta a la ética de la palabra amparándose en un objetivo puramente científico y en la eficacia de su método.
6. Fainzang, S. La relation médecins-malades: information et mensonge. Paris : Presses Universitaires de France; 2007.
7.Lacan, J. La función del bien. En: Seminario 7. La ética del psicoanálisis. Buenos Aires: Editorial Paidós; 1988. p. 263-277.
8.Barbero, J. El respecte pel dret de les persones que no poden protegir-losL’ Alzheimer un repte per la infermeria. EUI Santa Madrona. “Obra Social de la Caixa“. p.115-119.
9. Palomera, V. Psicoanàlisis y medicina. En Amor, Cuerpo y locura.  Córdoba: Hugo Báez Editor; 2005.  p. 7-27.
10. Miller, J-A.  Patología de la ética. En: Lógicas de la vida amorosa. Buenos Aires: Ed. Manantial; 1989. p. 65
11.Albert R. Jonson et al. Prólogo de Victoria Camps. En: Ética clínica. Barcelona: Ariel; 2005. p. 7-11
12. Varios Autores “Seminario Lakant” Barcelona: ELPCF; 2000. ISSN.1576-3145  p. 23 a 28  y 32.




[1] Extracto de la comunicación libre presentada en el Congreso de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos – SECPAL - el año 2008 en Salamanca