domingo, 29 de marzo de 2015

POLITICA DE UN ALTA EN UN CENTRO DE SALUD MENTAL

por Trinidad Cámara Palop

Ponencia presentada en las III Jornadas de la Red de Psicoanálisis y Medicina.

Tomo como punto de partida el comentario de J. Lacan en “La dirección de la cura y los principios de su poder” (1958) para situarnos más allá del ideal de normalización del discurso del Amo, quien con el eslogan de psicofármacos para todo, promete felicidad para todos. Situarnos más allá de este ideal unificante, significa trabajar, como analistas, desde la política del síntoma, única manera de subvertir este ideal. Cito: “El analista es menos libre en su estrategia que en su táctica. Vayamos más lejos. El analista es aún menos libre en aquello que domina estrategia y táctica: a saber, su política, en la cual haría mejor en ubicarse por su carencia de ser que por su ser” (pag.569, Escritos 2).
Cómo hacer política analítica dentro de la política sanitaria, o mejor habría que decir dentro de las políticas sanitarias, pues son muchas y cambiantes, dependiendo  -en la mayoría de las ocasiones- de las modas y los modos del malestar social. La diferencia entre ambas, que señala ya la sintaxis, por el lado del número gramatical: política psicoanalítica, número singular/políticas sanitarias, número plural, apunta a otra diferencia más profunda, marcando una hiancia radical. Es así que la administración y sus gestores tienen que hacer planes de salud para la población general. Es lógico, no tendría sentido ir usuario por usuario atendiendo sus necesidades de salud; y es desde esta lógica desde donde se elaboran toda una serie de  Guías de Práctica Clínica y Protocolos de actuación para atender cada uno de los trastornos mentales. Sin embargo, el analista no puede dejar de ocupar otro lugar que no sea el de la escucha singular, única cada vez, del caso por caso. Ahora bien, esta diferencia no impide encontrar una respuesta a la cuestión planteada (cómo conjugar ambas políticas), si apelamos a otra lógica, si la brújula con la que nos orientamos apunta al lugar del analista en tanto que él se hace semblante del objeto ‘a’, como causa del deseo o ser de goce.

Es, entonces, desde esta posición (posición de objeto causa) que no acepto la petición de alta de Sara, cuando abatida y resignada, acude a la sesión para despedirse. Viene de la consulta del psiquiatra quien le acaba de dar el alta, pues ya no puede hacer más por ella, recomendándole que siga tomando la medicación que meses atrás había interrumpido.
Cuando empiezo a ver a Sara en el Centro de Salud Mental en el que trabajo,  ya llevaba un año de tratamiento, sin gran mejoría ni grave empeoramiento. Fue derivada por su médico de cabecera porque se sentía deprimida, triste, desganada, apática y así continuaba. Se quejaba de su mala suerte con los hombres pues en todas sus relaciones de pareja acababan - indefectiblemente-  por dejarla, por abandonarla, sin que ella pudiera remediarlo, siendo un enigma la causa de semejante repetición. Su rostro se iluminaba ante cada encuentro amoroso y se tornaba en decepción tras cada fracaso.
Acostumbrada al discurso psiquiátrico y psicologicista, había podido entender de forma vaga y confusa que la figura de su padre algo tenía que ver en lo que le ocurría, pero esto no era suficiente para que hiciera una primera rectificación subjetiva. La inercia en la toma de fármacos y su pasividad, borraba todo atisbo de emergencia de subjetividad, obturando cualquier posibilidad de asumir su propio malestar, impidiéndole ser la protagonista de su propia historia, negándole la oportunidad de salir de la repetición familiar en tanto que Sara se encuentra identificada a la figura materna, donde se halla comprometido su goce: ser abandonada por los hombres; de la misma manera que su madre fue abandonada, un buen día, por su padre cuando Sara era pequeña.
Sara tenía dificultades para acudir con asiduidad a las consultas; sí podía de forma muy espaciada, por lo que hacía coincidir siempre la cita con psiquiatría con la cita de psicología. Se resistía a que la citara otro día distinto o que aumentara la frecuencia de las sesiones, constituyendo, tal resistencia, un verdadero obstáculo para sustraerla de la pasividad inerte en la que se había instalado a lo largo de los años.

Aprovechando el alta del psiquiatra doy un viraje en la estrategia con un acto: no consiento a su resignada despedida y la animo a seguir en terapia para salir del impasse en el que se encontraba, que la abocaba a una cronicidad irremisible. Acto que me permitió maniobrar en la transferencia y aprovechando que sus circunstancias personales le permitían venir con más libertad al Centro –lejos de darle el alta- aumento las sesiones citándola una o dos veces por semana.
Volvamos de nuevo a Lacan en el mismo Escrito de “La dirección de la cura…”: “Es pues gracias a lo que el sujeto atribuye de ser (de ser que sea en otra parte) al analista, como es posible que una interpretación regrese al lugar desde donde puede tener alcance sobre la distribución de las respuestas” (pag.571, Escritos 2).
Se produce -de tal manera- un giro que alcanza una nueva distribución de las respuestas, que permite la aparición del síntoma analítico y un cambio de posición en Sara, de la pasividad “ser abandonada” (por los hombres), “ser tratada” (por los fármacos), pasa a tomar otra posición más activa respecto a su malestar, lo que le lleva a preguntarse por su ser mujer: “hay algo que no te he dicho antes por vergüenza, yo no he tenido nunca un orgasmo con ningún hombre”.

La táctica, en el campo de batalla, ha resultado y la vida de Sara cobra más actividad, se vivifica: se ha animado a hacer deporte, se ha puesto a dieta para perder algunos kilos que le sobran y está quedando más con las amigas, al mismo tiempo que está pudiendo mantener a su madre a una cierta distancia que le hace sentirse más liviana. Se encuentra mejor y quiere tomarse un tiempo para ver cómo funciona sola. Sabe que queda pendiente encontrar una respuesta a la pregunta formulada. Ahora sí decide ella: quiere coger el alta. Me parece bien, emplazándola a seguir cuando lo desee, esta vez, en consulta privada.
Después de casi cuatro años en el Centro, le doy el alta en agosto de este año. Como nos enseña Lacan en el Seminario 11 “Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis”, el trayecto de un análisis no se hace una sola vez, tiene que ser recorrido varias veces.


                    Madrid, 5 de diciembre de 2014


viernes, 13 de marzo de 2015

Taller de Análisis de la Práctica asistencial

                        Por Rosalina Sicart*

Les voy a presentar una experiencia de trabajo con acupuntores que desarrollo en el Taller de Análisis de la Práctica Asistencial, que pertenece a la Formación Continuada del Master de Valoración Energètica y Acupuntura de la Escola Universitària d’Infermeria de Sant Joan de Déu (Universitat de Barcelona)
El alumnado del Máster –profesionales de la enfermería, la fisioterapia y la medicina- estudian la acupuntura como otro modo de abordar la patología del paciente que normalmente se trata con fármacos. Si bien la acupuntura se prescribe y administra como un medicamento no se cierra aquí su uso. El acupuntor que ejerce teniendo en cuenta el diagnóstico de todos los sistemas energéticos, se encuentra con los modos en que el paciente actúa ante la vida y ante la enfermedad y, semanalmente los registra y le acompaña en su devenir también con la palabra.
Las vicisitudes de esos encuentros y desencuentros, las aportan al Taller de Análisis de la Práctica Asistencial en forma de inquietud, malestar, dificultad, duda, miedo, etc. con el fin de introducir y sostener al sujeto en la relación clínica, extraer las enseñanzas que emergen de su práctica y elaborar formas de intervenir según el estilo de cada profesional en la singularidad de cada caso.
A continuación les presento cuatro viñetas que muestran los efectos de la palabra en el análisis de la práctica asistencial que llevo a cabo en dicho Taller.

Caso I. “Como en la peluquería”
María relata el caso de una paciente mayor que no para de hablar. Según ella, habla como si estuviera en la peluquería. No escucharla, le parece “de mala educación. Le apena porque es una señora mayor”. Al mismo tiempo, teme perderla pues es una de sus primeros pacientes de acupuntura.
En el desarrollo del caso descubro que María permanece al lado de la paciente durante toda la sesión incluso, excediéndose en el tiempo, si no tiene a otro paciente a continuación. El tratamiento de acupuntura está estructurado en sesiones consecutivas. Cada sesión se divide en tres tiempos, un tiempo de palabra, un tiempo de silencio y relajación, en el cual el acupuntor se ausenta permaneciendo solo el paciente y, otro tiempo de palabra: se comenta brevemente la sesión mientras el acupuntor retira las agujas y la finaliza.
En el caso que plantea María, la palabra está desregulada porque no respeta el tiempo de silencio ni el de cancelación de la sesión. La profesional ha consentido ser capturada por la verborrea sin límite de la paciente. Cuando María interpreta esa verborrea como un síntoma, entonces, accede a separase e introducir su ausencia en el tiempo de silencio, y terminar la sesión a su hora.
En este caso, regular su presencia, ha permitido a la acupuntora tomar las riendas del tratamiento al no propiciar el goce de la paciente.

Caso 2. “Estoy en sus manos”
La paciente, mientras sale de la consulta dice “ahora, estoy en sus manos”. Ese decir provoca miedo a Pilar, la acupuntora, que rehúsa para sus adentros tomar esa responsabilidad. Cuando plantea el tema en el Taller, además, cuestiona la actitud pasiva de la paciente.
Le invito a investigar cuál es la responsabilidad que rehúsa. Para Pilar, “no es un honor” que la paciente deposite en ella toda la responsabilidad del tratamiento. Ella no está dispuesta a hacerse cargo de “toda” la responsabilidad sino, sólo, de aquella que le corresponde.
A partir de los participantes del Taller, discuten sobre cuáles son las responsabilidades del acupuntor y las del paciente. Exponen hallarse con dificultades con algunos algunos pacientes que piden ayuda para adelgazar y no llevan a cabo la dieta, los ejercicios u otras prescripciones acordadas. Igualmente, cuando un paciente no conserva la mejoría por falta de cuidado.
En el debate plantean las siguientes preguntas: ¿Qué hacer con las contradicciones que un paciente presenta? ¿Cómo seguir cobrando si el paciente no colabora en su cuidado? Por mi parte me pregunto cómo puedo hacer para abrir un dialogo entre el síntoma y el sujeto en cada caso.
Respecto a la paciente de Pilar, le aclaro que la paciente se dirige a Pilar como figura de cuidado de la cual, espera recibir una ayuda vital. Con esa aclaración entiende que la demanda de la paciente se dirige la función del cuidado que ella encarna, entonces, ve que efectivamente la demanda corresponde  a su responsabilidad,

Caso 3. “Sacársela de encima”
Debido al fuerte contenido emocional que presenta la paciente en relación a su malestar personal, Pepa, la acupuntora se siente mal después de cada sesión. Sólo piensa en derivarla a un psicólogo para no atenderla más.
Interrogada sobre el porqué plantea este caso en el Taller dice “por querer sacársela de encima”. Le propongo que en lugar de “sacársela de encima” puede sostener el tratamiento de acupuntura hasta que encuentre el momento de derivarla, es decir, abrir el campo de la derivación, como una nueva línea de trabajo. De ese modo, en lugar de escuchar pasivamente a la paciente, podrá intervenir para poner de manifiesto su conveniencia, ayudándola a tomar alguna decisión.
El hecho de mostrar a Pepa abrir el campo de la derivación le permite retomar el tratamiento hacia un nuevo destino.

Caso 4. “Esa noche no pudo dormir”
En contra de lo que suele ocurrir, el médico solicita a la enfermera del equipo –que a su vez es acupuntora- que le acompañe a realizar una visita a domicilio. Es una paciente que requiere ser escuchada pero al escucharla angustia, tanto que esa noche, ni el médico ni la enfermera pudieron dormir.
Mercè presenta el caso porque nota que la paciente se le acerca. Tiene la convicción de que debería tratarla con acupuntura pero no sabe cómo proponérselo. Seguidamente, planteo a los participantes ¿Para qué ofrecerle a esa paciente la acupuntura? ¿Con que fin?
El debate da como fruto que no es el momento. Entonces, Mercè se da cuenta de que quizás está anteponiendo su interés, por las ganas que tiene de ejercer como acupuntora. En efecto, ve que es más prudente no hacerse cargo del cuidado de esta paciente. No obstante, puede  seguir acompañando al médico en su responsabilidad.
Como síntesis del trabajo presentado, este último caso plantea el reto a Mercè de no tomar la responsabilidad del caso y seguir apoyando al médico en la suya. En el primero, Como en la peluquería, María acepta regular el uso de la palabra durante la sesión cuando toma distancia de la verborrea de la paciente. En el segundo caso, Estoy en sus manos, Pilar entiende que la ayuda vital que la paciente espera de ella se dirige a su función de cuidado de la cual debe responder. Y, en el tercer caso, sacársela de encima, Pepa puede continuar tratando a la paciente cuando ve abrirse la derivación como una nueva línea de trabajo para acompañar a la paciente en el proceso de decisión.
De ese modo, el Taller se ofrece como un lugar donde analizar lo que se produce en el devenir de la práctica asistencial como figura del cuidado, en la cual el paciente deposita sus quejas, sus expectativas, sus miedos, etc. y el profesional sanitario debe saber proceder. Análisis que permite tomar conciencia de lo que despierta cada paciente a cada profesional y, a la vez, darse el tiempo que requiere elaborar cada intervención y aprender de cada caso.

Rosalina Sicart
Profesora del Máster de Valoración Energética y Acupuntura
EUI. Universitat de Barcelona