por Trinidad Cámara Palop
Tomo como punto de partida el comentario de J. Lacan en “La
dirección de la cura y los principios de su poder” (1958) para situarnos más
allá del ideal de normalización del discurso del Amo, quien con el eslogan de
psicofármacos para todo, promete felicidad para todos. Situarnos más allá de
este ideal unificante, significa trabajar, como analistas, desde la política
del síntoma, única manera de subvertir este ideal. Cito: “El analista es menos
libre en su estrategia que en su táctica. Vayamos más lejos. El analista es aún
menos libre en aquello que domina estrategia y táctica: a saber, su política,
en la cual haría mejor en ubicarse por su carencia de ser que por su ser” (pag.569,
Escritos 2).
Cómo hacer política analítica dentro de la política sanitaria, o
mejor habría que decir dentro de las políticas sanitarias, pues son muchas y
cambiantes, dependiendo -en la
mayoría de las ocasiones- de las modas y los modos del malestar social. La
diferencia entre ambas, que señala ya la sintaxis, por el lado del número
gramatical: política psicoanalítica, número singular/políticas sanitarias,
número plural, apunta a otra diferencia más profunda, marcando una hiancia
radical. Es así que la administración y sus gestores tienen que hacer planes de
salud para la población general. Es lógico, no tendría sentido ir usuario por
usuario atendiendo sus necesidades de salud; y es desde esta lógica desde donde
se elaboran toda una serie de
Guías de Práctica Clínica y Protocolos de actuación para atender cada
uno de los trastornos mentales. Sin embargo, el analista no puede dejar de
ocupar otro lugar que no sea el de la escucha singular, única cada vez, del
caso por caso. Ahora bien, esta diferencia no impide encontrar una respuesta a
la cuestión planteada (cómo conjugar ambas políticas), si apelamos a otra
lógica, si la brújula con la que nos orientamos apunta al lugar del analista en
tanto que él se hace semblante del objeto ‘a’, como causa del deseo o ser de
goce.
Es, entonces, desde esta posición
(posición de objeto causa) que no acepto la petición de alta de Sara, cuando
abatida y resignada, acude a la sesión para despedirse. Viene de la consulta
del psiquiatra quien le acaba de dar el alta, pues ya no puede hacer más por
ella, recomendándole que siga tomando la medicación que meses atrás había
interrumpido.
Cuando empiezo a ver a Sara en el Centro de Salud Mental en el que
trabajo, ya
llevaba un año de tratamiento, sin gran mejoría ni grave empeoramiento. Fue derivada
por su médico de cabecera porque se sentía deprimida, triste, desganada,
apática y así continuaba. Se quejaba de su mala suerte con los hombres pues en
todas sus relaciones de pareja acababan - indefectiblemente- por dejarla, por abandonarla, sin que
ella pudiera remediarlo, siendo un enigma la causa de semejante repetición. Su
rostro se iluminaba ante cada encuentro amoroso y se tornaba en decepción tras
cada fracaso.
Acostumbrada al discurso psiquiátrico y psicologicista, había podido
entender de forma vaga y confusa que la figura de su padre algo tenía que ver
en lo que le ocurría, pero esto no era suficiente para que hiciera una primera
rectificación subjetiva. La inercia en la toma de fármacos y su pasividad,
borraba todo atisbo de emergencia de subjetividad, obturando cualquier
posibilidad de asumir su propio malestar, impidiéndole ser la protagonista de
su propia historia, negándole la oportunidad de salir de la repetición familiar
en tanto que Sara se encuentra identificada a la figura materna, donde se halla
comprometido su goce: ser abandonada por los hombres; de la misma manera que su
madre fue abandonada, un buen día, por su padre cuando Sara era pequeña.
Sara tenía dificultades para acudir con asiduidad a las consultas;
sí podía de forma muy espaciada, por lo que hacía coincidir siempre la cita con
psiquiatría con la cita de psicología. Se resistía a que la citara otro día
distinto o que aumentara la frecuencia de las sesiones, constituyendo, tal
resistencia, un verdadero obstáculo para sustraerla de la pasividad inerte en
la que se había instalado a lo largo de los años.
Aprovechando el alta del psiquiatra doy un viraje en la estrategia
con un acto: no consiento a su resignada despedida y la animo a seguir en
terapia para salir del impasse en el que se encontraba, que la abocaba a una
cronicidad irremisible. Acto que me permitió maniobrar en la transferencia y
aprovechando que sus circunstancias personales le permitían venir con más
libertad al Centro –lejos de darle el alta- aumento las sesiones citándola una
o dos veces por semana.
Volvamos de nuevo a Lacan en el mismo Escrito de “La dirección de la
cura…”: “Es pues gracias a lo que el sujeto atribuye de ser (de ser que sea en
otra parte) al analista, como es posible que una interpretación regrese al
lugar desde donde puede tener alcance sobre la distribución de las respuestas”
(pag.571, Escritos 2).
Se produce -de tal manera- un giro que alcanza una nueva
distribución de las respuestas, que permite la aparición del síntoma analítico y
un cambio de posición en Sara, de la pasividad “ser abandonada” (por los
hombres), “ser tratada” (por los fármacos), pasa a tomar otra posición más
activa respecto a su malestar, lo que le lleva a preguntarse por su ser mujer:
“hay algo que no te he dicho antes por vergüenza, yo no he tenido nunca un
orgasmo con ningún hombre”.
La táctica, en el campo de batalla, ha resultado y la vida de Sara
cobra más actividad, se vivifica: se ha animado a hacer deporte, se ha puesto a
dieta para perder algunos kilos que le sobran y está quedando más con las
amigas, al mismo tiempo que está pudiendo mantener a su madre a una cierta
distancia que le hace sentirse más liviana. Se encuentra mejor y quiere tomarse
un tiempo para ver cómo funciona sola. Sabe que queda pendiente encontrar una
respuesta a la pregunta formulada. Ahora sí decide ella: quiere coger el alta.
Me parece bien, emplazándola a seguir cuando lo desee, esta vez, en consulta
privada.
Después de casi cuatro años en el Centro, le doy el alta en agosto
de este año. Como nos enseña Lacan en el Seminario 11 “Los Cuatro Conceptos
Fundamentales del Psicoanálisis”, el trayecto de un análisis no se hace una
sola vez, tiene que ser recorrido varias veces.
Madrid, 5 de diciembre de 2014