martes, 25 de marzo de 2014
Medicalización en la infancia
Nos envía Montse Serra este enlace para que lo difundamos:
viernes, 21 de marzo de 2014
Taller Dolor crónico en el Hospital Infanta Leonor (Madrid)
TALLER DE Dolor
Crónico
DIRIGIDO A:
MIR DE GINECOLOGÍA y MEDICINA DE
FAMILIA, MÉDICOS DE FAMILIA, GINECÓLOGOS/AS, MATRONAS, ENFERMERAS DE
GINECOLOGÍA
HOSPITAL
Hospital Universitario Infanta
Leonor, Madrid
Aula 4.07
LUNES, 24 de Marzo del 2014 de 16:00 a
19:30 hs.
ORGANIZAN: Servicio de Ginecologíay Obstetricia del Hospital
Universitario Infanta Leonor, y Sección de Psicosomática de la SEGO (
Presidente Daniel Lubián Lopez).
AUSPICIA: ISPOG (Sociedad Internacional).Presidente Carlos Damonte
Khoury
Ponentes:
Dr. Santiago Castellanos de Marcos. Psicoanalista y Medico de Familia (C.S. Cerro
Almodovar), miembro grupo salud mental Somamfyc.
Dra. Mª Jose Avila Sanchez. Médico de Familia (C.S. Arroyo de
la Vega), psiquiatra, miembro del grupo de salud mental Somamfyc.
Dra. Ana Belén Ibáñez Santamaría. Ginecología y Obstetricia.
Dr. Carlos Damonte Khoury. Ginecología.
Dr Juan José Hernández Aguado.
Ginecología y Obstetricia. Jefe del Servicio.(H.U. Infanta Leonor)
Enviando
correo electrónico a carlosdamontek@gmail.com
Asunto: Inscripción taller de dolor crónico
Texto: A
la att. de Carlos Damonte Khoury,
Secretario Sección Psicosomática de la SEGO: Solicito inscripción en el taller
de Dolor Crónico en el Hospital Infanta Leonor 24-3-14.
Programa:
16 a
16:05 Bienvenida. Presentación de los participantes. Dr. Hernández Aguado
16:05 a
16:30 Dolor pélvico crónico en Ginecología. Recuerdo anatómico, fisiológico,
diagnóstico y terapéutico. Dra. Ibáñez Santamaría.
16:30 a
16:45 hs Pacientes con Dolor crónico en el Centro de Salud. Presentación de dos
videos de entrevista. Dr. Santiago Castellanos
16:45 a 18 Discusión/ debate. Dres. Ana Ibáñez Santamaría, Santiago
Castellanos, Carlos Damonte, Juan J. Hernández Aguado.
18 –
18:15 descanso
18: 15 –
19 hs : Mensajes a llevar, qué hacer y qué NO HACER . Los ponentes.
19 a
19:30 hs Cierre : informe sobre la actividad de la Sociedad Internacional y la
Sección Española. Anuncio de próximos talleres y Congreso de Ginecología
Psicosomática 9 y 10 de Mayo 2014. Carlos
Damonte Khoury y Juan José Hernández Aguado
lunes, 10 de marzo de 2014
III JORNADA DE LA RED: LA MEDICALIZACION DE LA VIDA COTIDIANA.
- Preparación de la III JORNADA DE LA RED: Medicalización de la vida cotidiana.
5 de dieciembre 2014, en Madrid.
¿Por qué la gente le habla al médico de sus problemas?
¿La medicación es la única respuesta posible al malestar que presenta el
paciente? ¿Se puede hablar con el médico sin convertir los problemas de la vida
en enfermedades? ¿Para qué se habla al médico?
Un pequeño debate ya ha empezado en la Red que publicamos en el Blog.
18/02/14
Estimados,
La
cuestión que Santiago Castellanos y yo misma hemos propuesto como tema de la 3ª
Jornada es Medicalización de los problemas de la vida cotidiana. En el
primer correo del 12 de febrero planteábamos algunas cuestiones que hoy
continuamos con la siguiente reflexión:
Leriche
sentenció que "la salud es la vida en el silencio de los órganos".
Hoy sabemos que uno puede estar enfermo y no sentir ningún malestar. Es decir,
que la enfermedad puede ser silenciosa.
¿La
contraria sería verdadera?
El
silencio devino sinónimo de salud. El ruido, de enfermedad. La pregunta que me
gustaría introducir es ¿es que cuando los órganos hablan se trata siempre de
una enfermedad?
Esperamos,
aportaciones, comentarios o nuevas preguntas...
Igualmente,
será bien recibida la biografía que consideréis pertinente para compartir.
Un saludo
cordial,
Araceli
Teixidó
20/02/14
Hola a todos. Me animo a escribir ante esta pregunta
de Araceli que no me parece fácil de responder ya que en el fondo plantea la
siguiente cuestión: ¿a qué llamamos enfermedad? ¿basta el ruido de los órganos
para que podamos hablar de enfermedad?
En una primera respuesta rápida diría que no ya que
cotidianamente se soportan malestares o ruidos del cuerpo sin hacer de ello una
enfermedad.
Como modo de comenzar una conversación he pensado
recoger algunas breves aportaciones que me parecen interesantes.
P. Laín Entralgo considera que para hablar de
enfermedad hay una triple exigencia: que se haya constituido una alteración
orgánica, que el sujeto la sienta y el médico lo certifique. Por tanto la
enfermedad sería impensable sin la relación clínica.
G. Canguilhem plantea que la enfermedad es algo vivido
como sufrimiento, impotencia, sentimiento de vida contrariada, ya que puede
darse una anomalía que no se viva como patología. La enfermedad requiere como
punto de partida la noción de ser individual. Podríamos decir entonces, la
enfermedad sería impensable sin tener en cuenta la vivencia del individuo
concreto que la sufre. Podríamos también pensar que puede vivirse como
enfermedad un malestar que no implica anomalía orgánica.
D. Gracia plantea que los cambios producidos hoy en la
biomedicina y más concretamente la introducción del principio de autonomía,
tienen como consecuencia que algo que anteriormente era definido desde la
medicina, los conceptos de salud y enfermedad, se ha convertido en la actualidad
en el “derecho”del paciente a definir lo que es la salud y la enfermedad. Por
tanto, la enfermedad sería una cuestión de derechos, un derecho individual.
Se podrían añadir más puntos de vista pero estas
breves referencias nos muestran la complejidad de eso que llamamos enfermedad y
que no se limita al ruido de los órganos.
Saludos,
Lierni Irizar
22/02/14
Hola, Es
una cuestión interesante la planteada y me ha sugerido el siguiente comentario:
Hace tiempo, se hablaba de enfermedad cuando se sentía
su presencia. Alguien enfermaba, caía enfermo (probablemente aludiendo a la
necesidad de encamar o a una caída literal al suelo) y todo el mundo sabía qué
se quería decir con eso. Algo iba mal en su cuerpo que le fatigaba o le dolía.
Cansancio, fiebre, dolor, vómitos,… síntomas y signos. Signos que el médico
detectaba en la exploración y que, a veces, también aparecían antes de que la
persona se sintiera propiamente enferma; una piel pálida o amarillenta, sangre
en la orina, tobillos hinchados... O algo iba mal en su alma: desde obsesiones
neuróticas hasta la pérdida de sí mismo en la melancolía, en la locura, en la
demencia.
La triple exigencia de Laín se persigue hasta la
saciedad, pero no se alcanza en muchos casos. No siempre hay alteración
orgánica reconocible, como ocurre en tantos trastornos mentales o en la
multitud de cuadros llamados idiopáticos. No siempre se siente la enfermedad;
uno puede morirse súbitamente a causa de un ictus o un infarto sin haber notado
ningún síntoma previo.
Canguilheim expresa una tautología, muchas veces
ignorada: la enfermedad acontece siempre en un individuo o, dicho de otro modo,
no hay enfermedades sino enfermos. Tampoco parece que su definición sea
universal si tenemos en cuenta los maníacos o aquellos que ven su enfermedad de
modo utilitario: una minusvalía remunerada, la no incorporación al ejército,
etc.
Es discutible que Diego Gracia tenga razón al señalar
que puede darse un cambio nosológico desde la perspectiva del paciente.
Efectivamente, asistimos a enfermedades relativamente“nuevas”, como la
fibromialgia o la sensibilidad química múltiple y a la magnificación de
diagnósticos como la disfunción eréctil, pero esas etiquetas no sólo se
relacionan con la autonomía del paciente; también son influidas por intereses
comerciales y ha de recordarse la íntima relación que suele darse entre el
asociacionismo de enfermos y los proveedores de información y medicación sobre
la supuesta o real enfermedad. Pero, ¿es eso en realidad un derecho?
Estaríamos, por así decir, ante un derecho en lo epistemológico, algo un tanto
absurdo, al menos tanto como el derecho de cada cual a redescubrir el planeta
Venus y llamarle de otro modo.
Quizá no tenga mucho sentido empeñarse en buscar una
definición de enfermedad. A fin de cuentas, sería lo contrario a la salud y,
teniendo en cuenta el concepto que de ésta tiene la OMS, todos estaríamos
enfermos.
Pero sí que podemos reflexionar sobre cambios en el
modo de reconocer la enfermedad. Desde mi punto de vista, hay dos
fundamentales: la perspectiva estadística y el cambio semiológico.
La perspectiva estadística supone ver la enfermedad
como desviación de la norma, una norma que puede ser un promedio estadístico o
una idealidad epidemiológica. A medida que el signo se ha cuantificado, el
criterio estadístico ha dado pie a una dicotomización en un rango de
continuidad. De ese modo, un adulto no es llamado diabético por una
sintomatología; ni siquiera por unas glucemias claramente elevadas, sino por
atravesar en dos analíticas diferentes un umbral de glucemia determinado
(determinado como riesgo pronóstico de lesión orgánica a largo plazo). La talla
de un preescolar será adecuada o no en función de su percentil estadístico. Es
decir, en muchas situaciones no nos hallamos ante una enfermedad definida por un
añadido o una carencia cualitativos, como la presencia de un germen infeccioso,
de una aberración cromosómica o de un cáncer, sino por un punto de corte
artificial en una medida continua. Un punto de corte que se establece en
términos comparativos, no de dolencia individual.
Pero hay un cambio mucho más importante, aunque
también relacionado con el anterior. Se trata de la ampliación de la semiología
oculta. Sabemos que no es bueno tener la tensión arterial muy elevada; lesiona
órganos como el corazón o el riñón. Sin embargo, esas elevaciones no se sienten
en general, no se reconocen como síntoma por el paciente; por eso se dice con
frecuencia que la hipertensión es un enemigo silencioso: nos va matando sin que
nos demos cuenta. Es el ejemplo más claro de que, en ausencia de enfermedad
sintomática (de ruido orgánico), el signo la revela como posibilidad futura o
ya presente (complicada, se dice), transformándose el propio signo en
enfermedad misma.
El estudio Framingham reveló factores de riesgo
cardiovascular (claramente discutibles). Ya sabemos que las cifras altas de
colesterol obsesionan a mucha gente y explican, desde ese miedo generalmente
injustificado (hay excepciones), la ingente cantidad de estatinas consumidas en
el mundo, con el coste y efectos secundarios consiguientes.
Se percibe como avance la profundización en la
detección de factores de riesgo (es llamativo que un factor de riesgo de
infarto, calculable fácilmente en internet, sea la edad, quién lo diría). A día
de hoy, hay unos cuantos, aunque todos los días nos ofrecen más en la
televisión, induciendo una nueva forma de vida “sana”: hacer deporte, nutrirnos
en vez de comer, no fumar, no beber, dormir siete horas, no estresarnos...
acercándonos así cada vez más a una moral monástica en estos tiempos de
descreídos. Porque estamos ya en un contexto en que si alguien se muere será
por no haberse cuidado o mirado a tiempo. Es decir, será por su culpa, del
mismo modo que el parado es también culpable de estar en esa situación por no
ser asertivo, optimista ni eficiente.
Pero la explosión real en ese supuesto conocimiento
vendrá del abaratamiento creciente de los tests genéticos. Conocemos el caso de
Angelina Jolie y su doble mastectomía profiláctica. Recientemente en EEUU ha
surgido el problema ético de si procede informar a parientes de fallecidos por
cáncer de páncreas, que participaban en un estudio, acerca de genes no
relacionados con ese cáncer pero sí con otros y, en general, con otras
patologías. ¿Le damos malas noticias a quien no las pide? GATTACA se acerca a
marchas forzadas.
No sólo nos hallamos ante ese pretendido avance en el
conocimiento de factores de riesgo, que facilitará colateralmente la tentación
eugenésica en su doble vertiente, de abortos y de manipulación genética. Ha
habido también un progreso notable en técnicas de imagen y analíticas, que
facilitan el desarrollo de una semiología oculta, detectando cánceres
incipientes (que quizá nunca se traducirían en forma clínica).
¿Quién no ha oído hablar de alguien que ha ido a
hacerse un chequeo rutinario y ha “salido” con un diagnóstico de cáncer o que,
por el contrario, obteniendo resultados magníficos, se muere al día siguiente?
El caso es que pasamos de una enfermedad sentida a la
enfermedad revelada, del síntoma al signo, o mejor dicho, de un número limitado
de síntomas a un crecimiento exponencial de signos. Y esa revelación sí que
puede enfermar por sí misma, pues basta con tener en cuenta la cantidad de
falsos positivos de un examen radiológico con todas sus consecuencias
iatrogénicas (no siendo menores las psíquicas). Del mismo modo que no es
descartable que una información sobre la existencia de un cáncer subclínico
facilite un desarrollo que no se daría (simplemente no lo sabemos al aceptar
como postulado una supuesta historia natural, y unificada, de las diversas
formas de cáncer).
Curiosamente, frente al panorama anterior, en el que
el desarrollo de la Medicina y la obsesión por alargar la vida propician un
aumento de enfermedades por revelación, asistimos a la vez a una situación
socioeconómica en la que la enfermedad de verdad, la sentida como tal y no como
oráculo, aumenta. A la vez que hay quien se paga un análisis de genes BCRA o
una liposucción, un amplio sector de la ciudadanía en nuestro país sufre las
consecuencias de la pobreza y de una sanidad pública cada día más hundida,
enfermando de miseria, y haciéndolo de verdad, con síntomas clínicos de
malnutrición, de anemia, de depresión, de infección, de ansiedad, de dolor puro
y duro, hasta que todo su cuerpo paga las consecuencias de una civilización
regida por intereses de desalmados.
¿Qué es la enfermedad? Depende de quien lo pregunte en
una sociedad enferma.
Un cordial saludo,
Javier Peteiro
24/02/14
Hola a
todos : Siguiendo la reflexion de Lierni sobre "la complejidad de eso que
llamamos enfermedad y que no se limita al ruido de los órganos" quisiera
seguir por el camino del síntoma.
Los
síntomas ponen de manifiesto una situación pero no determinan el estado de
salud. La presencia de un sintoma ( hace ruido), pero no permite afirmar si hay
buena o mala salud, si se esta enfermo o sano, si la situación es favorable o
desfavorable.
Un
síntoma puede ser: - una reacción defensiva del cuerpo ( como los vómitos, la
diarrea, la fiebre)
- un
estadio preparatorio en un cambio evolutivo del cuerpo ( pubertad, menopausia)
- una
señal favorable en la evolución de una enfermedad
- una
señal desfavorable en una enfermedad.
Y además
ocurre que ouede haber una enfermedad grave y no mostrar sintomas.
Sintoma y
enferemedad no son equivalentes. Se precisa una valoración que consiste en
describir cual es la situación y facilitar asi la actuación más adecuada, que
seria el tratamiento.
Para ello
hay que darse la oportunidad de nombrar a las situaciones con valoraciones
"diagnosticas" que no figuran en las listas catalogadas y
codificadas, como : - reacción defensiva a promover
- estadio
evolutivo a oibservar
- fase de
mejoria de la enfermedad, que no precisa intervención
- fase de
empeoramiento
Quizas es
preciso señalar que hay que añadir un segundo diagnostico en el proceso de
categorización de la enfermedad, la valoración de la situación en cada caso, en
cada momento.
Ese
segundo diagnostico, permite definir un tercer paso, los principios del
tratamiento a aplicar, que en los ejemplos citados antes serian : - ayudar a la
reaccion defensiva
- no
intervenir y observar
- dar
reforzantes y nutrientes
- decidir
hacer dar farmacos o cirugia
-
respetar la fase final de la vida
El cuarto
paso seria nombrar los farmacos concretos, los productos a administrar, etc.
El otro
tema no abordado es como observar los cambios del cuerpo que preceden a las
enfermedades, lo que seria la prevencion de las enfermedades ocultas, sin
sintomas, con el estudio de los signos que el paciente no percibe.
En la
complejidad de eso que llamamos la enfermedad, hemos de aceptar que nuestra
intervencion es un proceso complejo, que requiere varias etapas. El paso
directo del sintoma al tratamiento es una simplificación que conlleva muchos
errores Es conveniente insistir en ello. Se trata de describir los procesos que
en la practica se realizan (desde el sintoma al segundo diagnostico, al tercer
principoio de tratamiento ) pero que no son especificados y resaltados dandoles
importancia y registrandolos.
Saludos,
Cristina
Domingo
24/02/14
El
comentario de Javier Peteiro, estando completamente de acuerdo con sus
observaciones, me platea una duda respecto de "el ruido de los
órganos" y es que si, en sentido estricto, podemos plantear que las
estadísticas en las que nuestro cuerpo puede verse concernido no son un órgano
más de nuestro cuerpo que, como tal, puede "hacer ruido" y en ocasiones
un ruido ensordecedor. Pero, en este caso, el ruido no es "escuchado"
por el paciente, hasta ahora dueño de su cuerpo, sino que es escuchado por
oidos ajenos que, a su vez, lo amplifican.
En este
sentido, pese a la apariencia de "mirada positiva" que estas
estadísticas tienen o pretenden tener a partir del valor pronostico que se les
da (una desviación de la "norma" es entendida como una
"anormalidad", sinónimo por tanto de "patológico"), en el
fondo esconden una creencia, la de la mecánica del cuerpo, la del
cuerpo-máquina que bien podríamos situar en una especie de "religión
natural" que escondería como concepto intereses más o menos inconfesables
de quien se beneficia de ellos. Así, las cifras de colesterol entendidas como
normales, lo que cuando estudiaba era un rango estadístico no una certeza,
bajaron significativamente con el descubrimiento de las estatinas, decisión
tomada por un grupo de "expertos" que hizo que una parte
significativa de la población de repente fuera candidata a la prescripción de
ese nuevo preparado farmaceutico bajo la amenaza de una enfermedad por venir de
la que había, obligatoriamente, que protegerse.
Pero no
olvidemos que estas estadísticas del "cuerpo-máquina" se aplican
también a la "ménte-máquina" y así son infinidad los test, versión
práctica de las estadísticas, que se aplican a los pacienes, o mejor a los
individuos psiquiatrizables,con los que se determina de igual modo su
desviación (estadística) respecto de una norma estadística igualmente
transformada en una "norma legal" que, por su obligado cumplimiento,
impone el abandono de toda singularidad.
Adios
entonces a toda medicina hipocrática para dar la bienvenida obligada a una
boipolítica de los cuerpos y de las mentes en el nombre el beneficio económico
de la sociedad ya que la enfermedad cuesta cara tanto en lo que supone el
cuidado sanitario, evitable por la prognosis de las estadísticas, como de las
horas de trabajo "perdidas" como consecuencia de una enfermedad
evitable en el nombre de esta misma prognosis. Así pues, el "ruido
estadístico de nuestro órganos" ya no nos pertenece, sólo pareque
quedarnos la culpa de sentirnos enfermos, culpa que, de momento, nadie ha
decidido enagenar.
Paco
Roca.
25/02/14
Estimados colegas: me gustaría introducir el sujeto en este asunto del
que hablamos. Me refiero a la relación que cada sujeto tiene con su cuerpo que
es la que le va a permitir, o no, "leer" los signos de una posible
enfermedad. Un cordial saludo. Araceli Fuentes
27/02/14
Me gustaría tomar una cuestión que
Javier Peteiro introdujo en su texto: hoy en día la vida sana supone una
moral que culpa a aquellos sujetos que enferman por no haberse cuidado o no
haber ido al médico a tiempo. Es decir que enferman por su culpa.
Diría que es el mismo sujeto de los
derechos de Diego Gracia del que nos habló Lierni Irizar.
Esta es una de las vías que la
medicina no explora. Porqué la enfermedad que trata esta medicina no tiene que
ver con el comportamiento culpable si no con lo que el cuerpo enmudecido puede revelara
través de los aparatos diagnósticos. Del sujeto que le lleva ese cuerpo no
parece haber nada que le concierna.
El médico no se siente responsable
de la desviación de ese paciente autónomo y con derechos ¿Lo es? ¿En qué medida?
¿Corresponde al médico alguna intervención?
Seguramente, expresarlo en términos
de culpa impide el abordaje. Se podría tratar más bien de cuestiones que tiene
que ver con el sufrimiento, con el placer, con la manera del sujeto de
relacionarse con su cuerpo. Para eso hay medicinas que, sin nombrarlo,
enmudecen esa relación. Pero ¿el médico puede hacer alguna otra cosa? Me parece
que eso esperan los pacientes cuando vuelven a visitarle con su malestar a
pesar de todo.
Un saludo cordial,
Araceli Teixidó
27/02/14
Estimados colegas. Sigo con sumo interés los debates
en torno al cuerpo, la enfermedad y el sufrimiento que se vienen dando.
Coincido particularmente en la articulación que hace
Javier Peteiro en torno a la culpabilización del sufrimiento y la impostura
estadística y semántica, operada cuando el cambio de nominación o criterios de
evaluación de un síndrome modifican toda su concepción. Cierto, con Araceli
Fuentes, en lo de introducir al sujeto del cuerpo.
Y sin embargo...echo a faltar más palabras de
profesionales sanitarios desde su práctica cotidiana. Conozco a numerosos
profesionales, incluso de laboratorio, cirugía o radiodiagnóstico que haciendo
presencia con su cuerpo, tratan de ir más allá de una simple clínica de
"la mirada" para leer, escuchar - o callar- otra cosa. Lo que no
obsta, es una obviedad, que en su mayoría la urgencia de lo real orgánico, no
permita dar lugar alguno al sujeto...
Conque la pregunta retorna: ¿bajo qué condiciones
puede advenir lo propio del sujeto?, ¿a que "Medicina" nos estamos
referimos?, Porque, de entrada, hay que decirlo, por muy hegemónica que parezca
no hay "La" sino "medicinas" (incluso "Otras
medicinas") y me temo que además, no-toda... ¿qué medicina de sería esa
que pusiera en el centro de su acto a los cuerpos-hablantes?
Un abrazo desde Sevilla.
José Ángel Rodríguez Ribas
27/02/14
Me parece interesantísimas las nuevas preguntas qué
introducen Araceli Fuentes y Araceli Teixidó.
En mi anterior correo el tema era responder a una
primera pregunta; ¿qué hacen los sanitarios con el síntoma del paciente?, y
mostrar que pueden poner distancia entre síntoma y enfermedad. Y entre síntoma
y tratamiento, y no medicar abusivamente
Se abre una segunda pregunta; ¿qué posición toma el
paciente ante su enfermedad?
Y una tercera pregunta: ¿qué hace el sanitario con la
posición que tiene el paciente con su enfermedad?
Estiro el hilo de la tercera.
Nuestra mente consciente desconoce muchas cosas del
funcionamiento del propio cuerpo-organismo, que sin embargo el organismo sabe
hacer habitualmente.
Como se relaciona cada uno con esa ignorancia de lo
propio, es fundamental.
Se precisaría averiguar "ese cómo", para que
los sanitarios traten adecuadamente a la persona enferma
En la formación sanitaria no existe esa área de conocimiento
ni por tanto la metodología, ni el nombre.
Poner un nuevo apartado al hacer la historia clínica
(anamnesis), como Valoración "diagnostica" de la relación del
paciente con la enfermedad actual. Por ejemplo: Posición de enfado con estar
enfermo, Posición que no considera que él haya de cuidar su cuerpo, etc.
Es uno más de los múltiples y complejos apartados de
la enfermedad.
Continuaré con la segunda pregunta.... cuando pueda.
Que vaya muy bien el Encuentro, un abrazo,
Cristina Domingo
28/02/14
Me parece
muy interesante esta cuestión que plantea José Ángel Rodríguez Ribas. ¿A qué
Medicina nos referimos? y en la que apunta a una pluralidad. Una cuestión que
enlaza con el papel del sujeto en esa relación.
En
general no estamos ante una relación sólo de dos, médico - paciente, sino de
múltiples médicos con un paciente, sobre el que las miradas y actuaciones
difieren.
Es común
tener una idea de la Medicina en la que subyace la imagen de una consulta en la
que un paciente es interrogado y explorado por un médico.Pero ocurre que ese
punto de partida es diverso, abarcando desde la urgencia de la atención (no es
lo mismo un ictus que una apendicitis o una erupción cutánea) hasta la
autonomía del paciente (adultos, pero también niños, dementes, psicóticos...).
Y también sucede que lo más raro es que baste con la consulta a un médico,
siendo frecuente que, desde esta consulta, se derive al paciente a otros
especialistas clínicos y, casi siempre, se le pauten exploraciones
complementarias que dependerán de otros médicos. Se dan así múltiples miradas
sobre un sujeto que es concebido como organismo parcelado. Es muy distinta la
mirada endoscópica que la radiológica, la oftalmoscópica o la dermatológica. Y
esa parcelación se hace especialmente clara cuando lo que se contempla es un
campo operatorio.
Creo que,
quizá por el auge de las técnicas de imagen (NMR, PET, TAC, Ecografías, pero
también ECG, EEG, Potenciales evocados, incluso analíticas, que se ven, etc.)
es la mirada lo que predomina en las medicinas (así, en plural). La mirada de
muchos médicos acaba confluyendo en un diagnóstico. Pero esa mirada lo es
siempre de algo que aparece como objeto, no sujeto. Porque uno es sujeto
propiamente cuando puede hablar (aunque sea mudo o hable otro idioma y lo haga
mediante signos). Y ésa es, quizá, la gran carencia de las medicinas: que en
general no escuchan. Es llamativo que, incluso en un amplio sector de
psiquiatras, tampoco tenga lugar ese acto de escuchar, en el contexto
biologicista pretendidamente científico. Hay, sí, una cierta anamnesis (no
siempre) que incluye, a veces, tests psicométricos. También se da, cada vez
menos, la escucha de los órganos con un fonendo. Pero, en general, no se
escucha al paciente, desposeyéndole así de su condición de sujeto, llegando
incluso a veces a despreciar sus palabras (ocurre con frecuencia en el caso de
ancianos, por muy lúcidos que estén y ocurre también ante la expresión del
dolor; no ha de olvidarse la existencia de cierto sadismo en nuestros
hospitales, aunque sea crudo decirlo).
Creo que
el defecto esencial de nuestras medicinas (salvohonrosas excepciones) es que
son sordas; sólo miran. Un defecto que no sólo se da en Medicina. Es llamativo
un descubrimiento fundamental, el de Penzias y Wilson; hallaron el fondo
cósmico de microondas, uno de los pilares del modelo cosmológico actual, el Big
Bang. Pues bien, no lo hicieron mirando con telescopios (eso vino depués con el
COBE, el WMAP...); lo detectaron oyendo ruido en antenas. Fue desde la escucha
y no desde la mirada que facilitaron la comprensión del universo.
No es
descartable que el recurso a "otras medicinas", también citadas por
José Ángel, se deba a que, aunque sean pseudocientíficas, mantienen la actitud
de escucha. Y un paciente lo que necesita siempre en primer lugar es eso, ser
escuchado. Por eso, aunque la homeopatía no funcione, un homeópata puede curar
a veces. Otra cuestión es que no basta con el oído; se precisa también la
mirada, la intervención técnica con base científica, pero usar sólo la mirada
conduce paradójicamente a la ceguera y no son pocos los diagnósticos y
tratamientos erróneos debidos a no haber escuchado lo que dice y también lo que
calla un paciente concreto, concebido así como sujeto.
Un abrazo
a todos.
Javier
Peteiro
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