“Mi cuerpo ha dicho NO”
1
Por Carolina Tarrida Farré.
S llega al Centro
de Salud Mental nfantil y Juvenil en el que trabajo2, derivada por los servicios educativos que asesoran a su escuela. S tiene
14 años, está cursando educación secundaria y presenta un absentismo escolar
muy importante desde hace dos meses.
Hasta ahora ha
sido "una niña modélica" según su madre, y actualmente presenta mucho
malestar físico que le impide acudir al instituto. El efecto del absentismo
escolar en los padres de la niña, es una gran impotencia que se traduce en
escenas de mucha agresividad verbal y física hacia ella. La han llevado en recurrentes
ocasiones a servicios de urgencias hospitalarias donde le han hecho múltiples
pruebas sin dar con ninguna causa orgánica que explique su estado. La niña sufre
mareos, náuseas, vómitos y dolor abdominal intenso. A pesar del estado de
urgencia subjetiva en el que llega, no puede decir mucho. De hecho, durante un
largo tramo de entrevistas, sus dichos se reducen a continuos "no se"
hasta que puede llegar a una primera conclusión: “es como que no quiero nada,
literalmente nada”. Más adelante se podrá constatar cómo esta primera presentación
de tintes depresivos apunta tal como indicó en su lectura de la depresión
Jacques Lacan, a una cierta dimisión de la chica respecto a su deseo.
Una primera
operación por mi parte consiste en separar el motivo de consulta de padres y
escuela, del malestar que la chica trae. Es decir, aclaro a la familia y a las
instituciones educativas que para mí no se trata de hacer que la niña vuelva al
colegio sino de ver de qué trata ese malestar en la niña, y que para ello hará
falta un cierto tiempo. Se reduce un poco la presión tanto en el colegio como
en casa y se abren las condiciones para que se pueda dar un tiempo de trabajo
por la palabra.
Dejar de ser la hija modélica
S irá
desplegando su historia y la de su familia, a pesar de la intensidad con la que
se siguen presentando sus síntomas físicos que a menudo dificultan su asistencia
a las sesiones. Al cabo de un cierto recorrido, en una sesión se puede dar una
primera interpretación que dará un vuelco al trabajo: S cuenta que le tienen
que hacer una ecografía porque tiene problemas en el útero. Le digo "lo
tuyo parece un embarazo… náuseas, vómitos, dolores en la barriga y ahora una
ecografía" Sorprendida dice que muchas veces lo ha pensado.
Esta
interpretación tendrá importantes efectos para ella. Por un lado ceden los
síntomas físicos y por otro lado, se abre la posibilidad de constituir un
síntoma que se abra a la cadena asociativa. S puede hablar de su propia
implicación subjetiva respecto a eso que, de entrada, estaba dicho sólo en el
cuerpo. Su madre tuvo que dejar de estudiar a los 17 años por quedar embarazada
de ella, y ella ahora decía un NO a los estudios a los que se había visto empujada
por su madre, mediante este "embarazo". Cuenta entonces, como ella a
finales del curso anterior, planteó ir a un instituto centrado en la cuestión
artística en la que ella tiene implicado su deseo de manera muy decidida, y su
madre no se lo permitió porque quiso que estudiara “algo serio” ya que ella no
había podido estudiar por el embarazo.
En lugar de
responder a esa exigencia materna por la palabra, aparece un síntoma en el
cuerpo. Esto la lleva a abrir la cuestión respecto a su dificultad de "hablar"
sobre lo que ella quiere, piensa o siente, y dejar de "obedecer y
callar". Esta cuestión se encuentra con fuertes resistencias por la
pérdida de goce que le supone, al tener que dejar caer la identificación que la
ha venido sosteniendo hasta ahora, a saber, “ser la hija modélica”.
El vómito como respuesta
Tras esta
primera fase en la que se puede vislumbrar la función de los síntomas de
embarazo, aparece la pregunta sobre la función del vómito en el trascurso de su
vida. En una sesión trae el recuerdo de un dicho de un pediatra de su país que viene
a certificar algo de la existencia de este síntoma ya en la primera infancia:
“Esta niña es de vomitar, no hay nada que hacer” le dijo el médico a la madre.
Ante las situaciones difíciles de su vida, la mayoría relacionadas con momentos
de separación, S siempre respondía vomitando. Ni preguntaba ni protestaba,
lloraba en silencio, vomitaba y obedecía. Concluye “ya entonces hablaba mi
cuerpo”.
Este síntoma en
el cuerpo se puede conectar al lugar que ocupa S en la familia. Este silencio
doloroso, encubría toda una serie de preguntas que tenía la niña y que ella no
empezó a formular hasta estar en tratamiento bajo transferencia.
Tal como decíamos,
S nació de un embarazo temprano de la madre y su primera pareja. El relato
materno del día del nacimiento de la niña, gira alrededor de un incidente que
determinará la vida de la familia. Su madre tiene grupo sanguíneo RH negativo, y tras dar a luz era necesario
inyectarle la vacuna Anti-D a lo largo de las primeras 24 horas para
no sufrir consecuencias en la matriz que podrían dificultar otro embarazo
posterior. El médico que
atendió el parto, le dio esta indicación a la abuela paterna y ésta no lo
comunicó a nadie porque se trataba de un gasto económico demasiado elevado.
Cuando el médico se interesó por si ya se la habían inyectado, se destapó todo
y se produjo en ese mismo momento una ruptura familiar. El padre de S en medio
de la discusión familiar, optó por irse de la escena con su propia madre, y
quedaron “abandonadas” en la clínica madre e hija. A raíz de este incidente, el
segundo embarazo de la madre fruto de su relación actual, cursó con muchas
dificultades y nació el hermanito de S con graves problemas orgánicos que
finalmente lo llevarán a fallecer mientras la niña está en tratamiento.
Del vómito silencioso a los efectos de
hablar
A S siempre le
hicieron creer que no había más padre que esta segunda pareja de la madre, y se
silenció lo ocurrido en la clínica el día de su nacimiento. También su madre
estaba silenciando que hacía años que su padre biológico quería saber de ella,
pero la madre se negaba a que se estableciera ese contacto, en su decidida oposición
a que “ningún padre” interviniera en la vida de su hija. Apoyándose en que el padre
biológico la abandonó y en que su actual pareja no tenía legitimidad biológica lograba
quedar ella sola con su hija como objeto de goce. La niña respondía a eso con
su “callar y obedecer” pudiendo así sostener a la vez, lo que vivía como un
lugar privilegiado para la madre. Todo este equilibrio se rompió cuando la niña
dejó de callar y su cuerpo intentó poner distancia entre ese goce materno sin
mediación alguna, y su propio deseo.
Los efectos de
todo este recorrido no se hicieron esperar. La chica retomó su demanda de dirigir
su recorrido académico hacia los estudios artísticos, cambió su círculo de
amistades potenciado hasta ahora por la madre por considerarlas “demasiado
niñas”, y empezó a ir con jóvenes de mayor edad, con quien ella podía mantener
las conversaciones que realmente le interesaban sobre música, política, su
posición de compromiso social. A mi modo de ver, toda esta serie de movimientos,
le permitió a S ir sosteniendo esta cierta separación del lugar silencioso en
el que había permanecido hasta ahora en su familia y pasar a dar lugar a su
discurso.
Al mismo
tiempo, se abrió un campo hasta ahora también silenciado, el de los chicos. Hasta
este momento del tratamiento, la chica siempre había zanjado la pregunta sobre
su sexualidad, con un contundente “no me interesa, todos saben que yo de novios…
nada!”. A partir de este punto, apareció el interés por un chico de su barrio
con el que empezó una cierta relación. Compartían intereses musicales, compromiso
con una ideología social y política, se reía con él, y le parecía guapo.
También la
madre de S se dirigió a la analista para orientarse, pudiendo así pasar de la
respuesta violenta que daba hasta ahora a su hija, a darle las respuestas que
la chica iba pidiendo y que en realidad, sólo necesitaban una confirmación. La
niña, sola y en silencio ya se había ido construyendo su propia versión
familiar para salvar los huecos que desde pequeña sentía que había en su
historia. Lo había hecho con la ayuda de una caja de recuerdos que conformaba
una colección de fotos, objetos y cartas de sus primeros años en su país, y
atando dichos robados de las conversaciones de los adultos. No podía concluir
porque le faltaban piezas, pero ella sabía que no podía cerrar su historia por
falta de relato. Finalmente, tras una sesión con los padres en la que apunto
que si la chica pregunta es porque sabe, sus padres le explican la verdadera
historia de su nacimiento. S escucha y tras dirigir un primer “gracias por
todo” a su padre, se toma un tiempo para pensar. Deja de venir a sesiones un par
de meses, y reaparece para dar cuenta de cómo todo tomó sentido de repente: la
separación de su hermano y ella en casas de distintos abuelos al marchar los
padres a España, la mirada “de odio” que a veces había notado en su padre que
la hizo responsable inconscientemente de los problemas de salud de su hermano,
la frialdad con la que la trataban los abuelos paternos (actuales).
Finalmente, me
dice que ahora está bien, sale con un chico, estudia, ha tomado contacto con su
padre biológico a través de Facebook, y que por el momento quiere continuar
sola su camino. Accedo a ello porque considero que esta marcha ya no tiene que
ver con un callar en soledad, sino que a partir de haber podido introducir algo
de lo simbólico, la chica decide hacerse cargo de la propia vida sabiendo algo
más sobre su lugar en la familia, sobre su posición de goce y sobre su deseo.
Conclusiones
Para el psicoanálisis el síntoma sería aquello que
viene a perturbar el cuerpo interrogando a cada uno en lo más particular de su
subjetividad.
Para tratarlo entonces, hace falta que haya una
suposición de saber en ese síntoma. Pero ¿qué pasa cuando nos encontramos en la
clínica actual con cuerpos que se presentan como desconectados de la palabra?
¿Cómo hacer aparecer entonces la creencia en un saber inconsciente?
Cuando además se trata de la clínica con
adolescentes, esta manera contemporánea de vivir el cuerpo en su no-relación
con la palabra aún se hace más patente. Encontramos cuerpos agujereados,
tatuados, cuerpos que se cortan, que no comen, que vomitan, que actúan
constantemente sin que estos actos puedan coserse a un discurso, al menos de
entrada.
Como dice Eric Laurent en su texto “Hablar con el
propio síntoma, hablar con el propio cuerpo”3, el síntoma en la
clínica contemporánea ya no debe pensarse a partir de la creencia en el Nombre
del Padre, sino a partir de la efectividad de la práctica psicoanalítica. “Esa
práctica obtiene, mediante su manejo de la verdad, algo que roza lo real. Algo
resuena en el cuerpo, a partir de lo simbólico, y hace que el síntoma
responda”. Se trata entonces, de operar una maniobra bajo transferencia.
Este caso me permitió ver
cómo a través de la
interpretación, es decir, de una intervención simbólica dirigida a tocar lo
real del cuerpo, un sujeto pasa de presentar su malestar en un cuerpo
desconectado completamente de la palabra, a sintomatizar su malestar, es decir,
a hacerlo pregunta y poder así ponerlo a hablar.
En su recorrido
S parte de la posición depresiva inicial, y tras el efecto de una primera
interpretación bajo transferencia, se despliega el trabajo asociativo necesario
para poder hacerse cargo de algo del goce mudo enquistado en su posición en la
familia y, tomando cierta distancia respecto a ese goce, puede pasar a responder
a su deseo.
De entrada la
chica no se dirigía a un
sujeto supuesto saber, de hecho, eso que ella tantas veces había pensado, permanecía mudo precisamente debido a la falta de un otro que recogiera ese saber. Es en el encuentro con la analista que se dan las condiciones para abrir el trabajo asociativo y
ella lo toma a cargo con todas las consecuencias.
Notas:
1.- Trabajo
presentado bajo el título “Mon corps a dit NON”, en el VI Colloque de
Psychanalyse et Médicine de Clermont Ferrand. Septiembre 2014.
2.- CSMIJ
Fundació Nou Barris. Barcelona.
3.- Laurent, E.
“Hablar con el propio síntoma, hablar con el propio cuerpo”. Argumento para el
VI ENAPOL (Encuentro Americano de Psicoanálisis de Orientación Lacaniana) los
días 22 y 23 de Noviembre de 2013.
Carolina Tarrida. Psicóloga-psicoanalista. Miembro ELP
Comunidad de Cataluña.
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