El discurso médico se ha generalizado, ha impregnado la
vida que se ha medicalizado y medicamentado. Ya desde la antigüedad el
medicamento ha sido el objeto privilegiado que repararía la falla, que nos
devolvería la completud, el equilibrio, la salud. Hay una pasión por el
medicamento y una pasión por lo menos en igual medida por la prueba física o
química. Análisis químicos, radiografías, TACs, RMNs etc, hay casi
adictos a que su cuerpo se vea y estudie. En los estudios físico-químicos es
donde está el saber sobre lo que le pasa a uno, lo que identificaría el mal, la
causa del dolor y permitiría eliminarlo con el arsenal técnico del que la
ciencia provee. Esto es lo que está en el horizonte de las consultas, sabemos
que algo resiste e insiste pero ante la falla de una estrategia ya está la
siguiente esperando, siempre
hay o habrá en breve otra
prueba o medicamento más sofisticado. Hoy los medicamentos y los remedios
tecnológicos de los que se dispone son muy eficaces en el tratamiento de muchas
enfermedades del organismo
pero cada vez las consultas están
más llenas.
Trabajo en un centro de
urgencias extrahospitalarias, es el filtro al hospital. En él atendemos no sólo a personas que vienen a consulta, también vamos a los domicilios y
atendemos urgencias en la vía pública. Al centro vienen por propia iniciativa y
nuestras salidas a atender son ordenadas por una central telefónica que
coordina las urgencias no hospitalarias para toda la comunidad. Los domicilios más frecuentes son
psiquiátricos tanto en jóvenes como en ancianos. En ancianos la alerta suele
ser agitación en un paciente diagnósticado de Alhzeimer o demencia y tratado
con uno o varios de los medicamentos que han ido apareciendo en los últimos
años, es un cuadro muy frecuente
y por lo que yo he podido registrar el aumento coincide con el auge de
estos nuevos medicamentos. En personas jóvenes nuestras salidas suelen ser para
ver psicosis desestabilizadas, si hay
agresividad nos acompaña la
policía, y si esta es importante la policía suele actuar
pidiendo contención química, es agresivo porque está enfermo, entonces
medicación. Nuestros pacientes en el centro son mayoritariamente jóvenes y las
patologías son muy variadas, en general la mayoría son medicamente no
urgentes pero se presentan como tales, un grano que apareció hoy es
insoportable porque ayer no estaba,
algo está pasando en su cuerpo y quiere saber qué es y por qué y qué va
a pasar, un conflicto en el trabajo, una discusión con la pareja, una pelea familiar, un dolor de
garganta, taquicardias, taquipneas o ya directamente el diagnóstico de ataque
de ansiedad, que no pueden esperar . Lo que es urgente es la irrupción de un
acontecimiento que no estaba en el programa, una pequeña erupción en la piel
puede ser una urgencia y una litiasis biliar muy dolorosa puede no ser vivida
como tal, es lo no previsible lo que es traumático y la angustia que desborda el cuerpo lo que se vive como
urgencia. A veces es posible intervenir y que el paciente se pregunte sobre lo
que le ocurre, esto acota la angustia y en ocasiones se abre la posibilidad de
dirigirse al análisis.
¿QUE LUGAR PARA EL PSICOANALISTA?
Por el hecho de hablarle a Otro decimos que se está en
la demanda y no en la necesidad y en su más allá que es el deseo. Hoy esto se
confunde, el deseo es necesidad de taponar, de satisfacer con un
objeto-medicamento y la angustia próxima se vive como urgencia, urgencia que
requiere tratamiento inmediato, pero medicar el deseo tiene consecuencias no
fácilmente previsibles. Los llamados ataques de pánico, y de ansiedad solemos verlos en
general, salvo alguna excepción en
pacientes ya tratados con psicotrópicos. El supuesto saber lo que le pasa al
paciente ha pasado del médico a la ciencia de la que es su representante , un
saber protocolizado que responde y genera un consumo incesante y a la vez una fragilización y desamparo ante un cuerpo que tratado
como organismo se vive con extrañeza .
Cuando un paciente cuenta al
médico su dolor quiere algo más que un objeto que lo elimine, en ese más allá,
se situaría la escucha del médico acogiendo la singularidad de lo real del goce
del cuerpo, y este lugar es el del psicoanalista, el lugar del médico que
llamamos tradicional, lugar que hoy no ocupa en muchos casos o en la mayoría.
Decimos médico tradicional aunque nosotros no lo hemos conocido, hemos
estudiado y trabajamos en la época de la medicina científica, sí hemos vivido
un importante aumento de
medicación y tecnología y una mayor objetalización del paciente en relación al
desarrollo y aplicación de la informática y si esto sigue así y hay que pensar que sí, los médicos del
futuro estudiaran algo parecido a una ingeniería. Hoy la función del médico es algo
controvertida, formado como científico para tratar organismos, se encuentra con
que hay algo desconocido que no se reduce con la medicación, el goce del
cuerpo.
Relataré una viñeta de mi
práctica institucional: Una noche de guardia, llega una pareja, ella relata que
tiene sensación de ahogo no constante, a veces no le entra bien el aire. Le
ocurre desde hace una semana o
algo más, pero cada vez son más frecuentes los episodios a lo largo del día. Lo
ha consultado con su médico de
familia que la ha prescrito un ansiolítico, pero no mejora y cree haber
empeorado. El marido interviene y dice que los dos están nerviosos y ella más
porque les han dado fecha para una operación de corazón a su hijita de seis años y será en los próximos
días. En ese momento ella comienza a llorar, asiente, dice estar muy angustiada.
Le invito a que hable de ello. Ya
sabían de la enfermedad de la niña,
les habían dicho que no era grave
y que tal vez curaría al crecer, pero ahora algo ha cambiado, no han ido las
cosas como se esperaba y es preciso operar. Les han asegurado que no hay
peligro que todo irá bien. Ella cree que no le mienten pero está angustiada, se
trata del corazón, es algo importante, problemático, delicado, dice que ella ya
notaba algo de fatiga en la niña aunque la decían que no era así. Decido auscultarla y está arrítmica, le
pido a la enfermera que le haga un EKG y lo que aparece es una taquicardia
ventricular. La derivamos al hospital. (A las pocas horas estaba en la UCI con
insuficiencia cardiaca). El comentario de la enfermera que sabe que soy
psicoanalista me sorprendió: ”tú eras la que se tenía que equivocar y
no su médico”. Le contesté al momento que no me equivoqué porque soy
psicoanalista precisamente. Los psicoanalistas sabemos que el cuerpo goza, se
goza y aunque hay un organismo con un corazón con fibras musculares
movidas por impulsos eléctricos y químicos, eso es en un sujeto afectado por el lenguaje, en un parlêtre.
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