lunes, 23 de julio de 2012


LO QUE LA BAJA VELA por Carolina Tarrida

Una de las causas más generalizadas apuntada tras la baja laboral, es el diagnóstico de depresión. Bajo este significante se convocan multitud de manifestaciones clínicas tanto de orden somático como psíquico. En muchos casos, un tal diagnóstico, deja al sujeto fijado a una llamada patología que no hace si no dejarlo en una posición de irresponsabilidad, y por tanto de indignidad, alejándolo de la exigencia ética esperable del bien-decir sobre su malestar.
Este fenómeno que encontramos en la actualidad, el exceso de este tipo de diagnósticos de depresión, viene a engrosar el principal rasgo de este afecto según Lacan, a saber, la cobardía moral. De hecho, Lacan no recorre a la psiquiatría para pensar esta categoría diagnóstica sino que se dirige hacia la patrística, hacia un pecado capital llamado Acedia, para colocarla del lado de la falta moral. Hay una traición del sujeto hacia sí mismo, en el sentido de traicionarse en el propio deseo y no hacerlo valer mediante el bien-decir, saliendo así del puro senti-miente. Partiendo de la base de que el afecto engaña, hay que introducir algo del pensamiento según Lacan, algo del lenguaje. No se trata de un síntoma, sino de un desfallecimiento en el lenguaje. No hay falta clínica, ni del lado del ser, ni del lado del goce, sino que es una falta de otro orden. Es un defecto del bien-decir.
Podemos pensar entonces, que el hecho de proporcionar como etiqueta ese significante al sujeto escondido en ese afecto, no hace sino encubrirlo más en su silencio que ya no requiere de ningún sentido más, ya no invoca ningún decir más. Tenemos el diagnóstico y tenemos el tratamiento. En medio el sujeto en silencio. Se podría pensar que se trata precisamente de intervenir en ese en medio en el que queda escondido el sujeto, en ese intervalo, para abrir una brecha mediante la puesta en duda del sentido cerrado de ese S1, y dar lugar así a algo del discurso a construir del sujeto. Desengancharlo de ese sentido que viene dado. Cottet en su artículo nos dice que se trata “de una enfermedad esencial al discurso del amo, que comporta un rechazo de la lucha”[1].
J viene al Cpct tras haber estado casi un año de baja laboral por depresión. La depresión se la ha causado un jefe “arbitrario y déspota” con el que no ya no sabe como relacionarse. Viene a pedir “armas” para ello. Su queja se apoya en la frialdad de una sociedad deshumanizada, que no tiene en cuenta a las personas buenas y sensibles, y contra la que el débil no puede luchar. Antes las empresas no eran así. Él es buena persona, sensible, y no puede hacer nada contra los poderosos que abusan de su poder sobre los débiles. Él huye del enfrentamiento, cree en la capacidad de entenderse hablando, dialogando, etc. Se hace difícil abrir algo más en su discurso. Poco a poco puede ir hablando de aquello sobre lo que él ha fundado su posición, y que le lleva a introducir algo de su historia familiar. Está luchando por preservar sus valores de solidaridad, compañerismo, servicio a los demás, el no enfrentamiento, tal como hizo su madre. Una vez identificado eso, puede dar lugar a una nueva pregunta que caerá más del lado del goce puesto en ese malestar: si se da cuenta del daño que le hace esa lucha, del precio que paga por ello, ¿por qué no puede dejar esa adicción? Poniendo el acento en ese significante adicción (a-dicción, que lo introduce en una nueva dicción), se cierra ahí el trabajo en el Cpct y se deriva a trabajo analítico en otro lugar. Esta viñeta quizás permitiría ver algo de esa separación que se pudo operar de algún modo respecto a ese “estar de baja por depresión”, S1, para poder dar lugar a la significación más particular que tuvo su malestar para él, y haber podido abrir ahí la brecha necesaria para acoger la serie de significaciones que él le puede dar a su malestar.  

Ahora bien, para que pueda dar ese movimiento, se debe poder plantear la posibilidad de perder algo. Salir de ese silencioso goce, implica perder algo de él.

C, una mujer joven alrededor de los 30, es finalmente despedida tras varias bajas laborales por ansiedad. No entiende qué le pasa. Ella en “su día a día” está bien, pero a veces se siente mal y no lo ha hablado nunca con nadie. Hasta ahora creía que podía sola. Hace 10 años perdió a tres miembros de su familia en un lapso de tiempo de 5 años. Al ser preguntada sobre el porqué de consultar ahora, apunta a que algo ha empeorado en los últimos 6 meses desde que perdió el trabajo. Coincidió con que su madre sufrió un infarto y está esperando que le implanten un marcapasos. Todo lo que había permanecido en un silencio pactado implícitamente por la familia hasta entonces, vuelve en ese momento. En las primeras sesiones, al hablar sobre lo que pasó con esas bajas laborales hasta llegar al despido, se refiere sólo a la injusticia que hizo la empresa con ella, no entendieron nada de lo que ella dio, habla de rivalidades internas, del mobbing que una compañera le hacía tras un ascenso, etc. Más allá de eso, aparece una dificultad de separación respecto a ese dolor silencioso familiar. Cuando algo sucedía en la familia, ella salía corriendo de la oficina, pasaba a “otra escena”, no puede evitarlo. Nada parecía importar más. Quería ayudar a su familia, estar ahí; total, no le costaba nada. Al señalar este “no costaba nada”, aparece que el precio es su “día a día” representado en la pérdida de su trabajo (ya sea temporal en las bajas o definitivo en el despido). Pierde eso con lo que ella contaba como algo valioso, ahí donde ella estaba bien. Después de esta sesión, se apunta un trabajo de duelo que había intentado posponer o anular bajo ese silencio, “quedando pegada a esa escena dolorosa silenciosa”. Tras una cierta separación de ese silencio familiar que se da ya por el simple hecho de dirigirse al Cpct a hablar con Otro, apunta a algo de la separación de su propio dolor respecto al de su madre concretamente, y queda emplazada a trabajar en otro lugar si así lo decide para “dejar de ser penitente junto a su familia”.
Otra separación menos aparente que ilustra también esta viñeta, es respecto a los significantes que la habían estado encubriendo hasta entonces, a saber, baja laboral, mobbing, etc.   

Tras estos dos ejemplos, y entendiendo el tema que nos ocupa como algo que toca a las nuevas modalidades del vínculo social, podríamos tomar como referencia la ponencia de Hebe Tizio en las últimas jornadas del Cpct Barcelona[2], cuando afirmaba refiriéndose a la precariedad, que se trata de poder escuchar algo de “las diferentes declinaciones cuando se introduce la subjetividad” abriendo la posibilidad de pensar esos significantes que aparecen como producto de la globalización y la llamada hiper-modernidad, en términos de plural. Así como Tizio propone entonces su título en plural, “Precariedades”, parece igual de oportuno pensando nuestro objeto de reflexión, la baja laboral, desde el trabajo a realizar en el Cpct: pasar de la baja laboral a las bajas laborales, en tanto en cuanto nos ocupamos del uno por uno, y no obturamos la diversidad bajo el pretendido enunciado único que propone la globalización, en su intento de globalizar incluso los malestares, de los que afortunadamente desde el psicoanálisis aún podemos llamar sujetos.
NOTA: Texto preparatorio para la ponencia “Baja Laboral S.A” que los miembros del primer Stage Cpct-Barcelona presentamos en el Encuentro Internacional Pipol 3 “Psicoanalistas en contacto directo con lo social” (2007)




[1] Cottet, S. “La belle inertie”. Ornicar ? revue du Champ freudien, nº 32, janvier-mars 1985, p.68-86
[2] Notas sobre ponencia de Hebe Tizio titulada “Precariedades”, en la II Jornada del Cpct en Barcelona, en Octubre 2006, bajo el título “Globalització i modalitats del víncle social: efectes subjectius”

No hay comentarios:

Publicar un comentario