LO QUE LA BAJA
VELA por Carolina
Tarrida
Una de las causas más generalizadas apuntada tras la baja laboral, es el
diagnóstico de depresión. Bajo este significante se convocan multitud de
manifestaciones clínicas tanto de orden somático como psíquico. En muchos
casos, un tal diagnóstico, deja al sujeto fijado a una llamada patología
que no hace si no dejarlo en una posición de irresponsabilidad, y por tanto de
indignidad, alejándolo de la exigencia ética esperable del bien-decir
sobre su malestar.
Este fenómeno que encontramos en la actualidad, el exceso de este tipo de
diagnósticos de depresión, viene a engrosar el principal rasgo de este afecto
según Lacan, a saber, la cobardía moral. De hecho, Lacan no recorre a la
psiquiatría para pensar esta categoría diagnóstica sino que se dirige hacia la
patrística, hacia un pecado capital llamado Acedia, para colocarla del
lado de la falta moral. Hay una traición del sujeto hacia sí mismo, en el
sentido de traicionarse en el propio deseo y no hacerlo valer mediante el bien-decir,
saliendo así del puro senti-miente. Partiendo de la base de que el
afecto engaña, hay que introducir algo del pensamiento según Lacan, algo del
lenguaje. No se trata de un síntoma, sino de un desfallecimiento en el
lenguaje. No hay falta clínica, ni del lado del ser, ni del lado del goce, sino
que es una falta de otro orden. Es un defecto del bien-decir.
Podemos pensar entonces, que el hecho de proporcionar como etiqueta ese
significante al sujeto escondido en ese afecto, no hace sino encubrirlo más en
su silencio que ya no requiere de ningún sentido más, ya no invoca ningún decir
más. Tenemos el diagnóstico y tenemos el tratamiento. En medio el sujeto en
silencio. Se podría pensar que se trata precisamente de intervenir en ese en
medio en el que queda escondido el sujeto, en ese intervalo, para abrir una
brecha mediante la puesta en duda del sentido cerrado de ese S1, y dar lugar
así a algo del discurso a construir del sujeto. Desengancharlo de ese sentido
que viene dado. Cottet en su artículo nos dice que se trata “de una enfermedad
esencial al discurso del amo, que comporta un rechazo de la lucha”[1].
J viene al Cpct tras haber estado casi un año de baja laboral por
depresión. La depresión se la ha causado un jefe “arbitrario y déspota” con el
que no ya no sabe como relacionarse. Viene a pedir “armas” para ello. Su queja
se apoya en la frialdad de una sociedad deshumanizada, que no tiene en cuenta a
las personas buenas y sensibles, y contra la que el débil no puede luchar.
Antes las empresas no eran así. Él es buena persona, sensible, y no puede hacer
nada contra los poderosos que abusan de su poder sobre los débiles. Él huye del
enfrentamiento, cree en la capacidad de entenderse hablando, dialogando, etc.
Se hace difícil abrir algo más en su discurso. Poco a poco puede ir hablando de
aquello sobre lo que él ha fundado su posición, y que le lleva a introducir
algo de su historia familiar. Está luchando por preservar sus valores de
solidaridad, compañerismo, servicio a los demás, el no enfrentamiento, tal como
hizo su madre. Una vez identificado eso, puede dar lugar a una nueva pregunta
que caerá más del lado del goce puesto en ese malestar: si se da cuenta del
daño que le hace esa lucha, del precio que paga por ello, ¿por qué no puede
dejar esa adicción? Poniendo el acento en ese significante adicción
(a-dicción, que lo introduce en una nueva dicción), se cierra ahí el trabajo en
el Cpct y se deriva a trabajo analítico en otro lugar. Esta viñeta quizás
permitiría ver algo de esa separación que se pudo operar de algún modo respecto
a ese “estar de baja por depresión”, S1, para poder dar lugar a la
significación más particular que tuvo su malestar para él, y haber podido abrir
ahí la brecha necesaria para acoger la serie de significaciones que él le puede
dar a su malestar.
Ahora bien, para que pueda dar ese movimiento, se debe poder plantear la
posibilidad de perder algo. Salir de ese silencioso goce, implica perder algo
de él.
C, una mujer joven alrededor de los 30, es finalmente despedida tras varias
bajas laborales por ansiedad. No entiende qué le pasa. Ella en “su día a
día” está bien, pero a veces se siente mal y no lo ha hablado nunca con
nadie. Hasta ahora creía que podía sola. Hace 10 años perdió a tres miembros de
su familia en un lapso de tiempo de 5 años. Al ser preguntada sobre el porqué
de consultar ahora, apunta a que algo ha empeorado en los últimos 6 meses desde
que perdió el trabajo. Coincidió con que su madre sufrió un infarto y está
esperando que le implanten un marcapasos. Todo lo que había permanecido en un
silencio pactado implícitamente por la familia hasta entonces, vuelve en ese
momento. En las primeras sesiones, al hablar sobre lo que pasó con esas bajas
laborales hasta llegar al despido, se refiere sólo a la injusticia que hizo la
empresa con ella, no entendieron nada de lo que ella dio, habla de rivalidades
internas, del mobbing que una compañera le hacía tras un ascenso, etc. Más allá
de eso, aparece una dificultad de separación respecto a ese dolor silencioso
familiar. Cuando algo sucedía en la familia, ella salía corriendo de la
oficina, pasaba a “otra escena”, no puede evitarlo. Nada parecía importar más.
Quería ayudar a su familia, estar ahí; total, no le costaba nada. Al señalar
este “no costaba nada”, aparece que el precio es su “día a día”
representado en la pérdida de su trabajo (ya sea temporal en las bajas o
definitivo en el despido). Pierde eso con lo que ella contaba como algo
valioso, ahí donde ella estaba bien. Después de esta sesión, se apunta un
trabajo de duelo que había intentado posponer o anular bajo ese silencio,
“quedando pegada a esa escena dolorosa silenciosa”. Tras una cierta separación
de ese silencio familiar que se da ya por el simple hecho de dirigirse
al Cpct a hablar con Otro, apunta a algo de la separación de su propio
dolor respecto al de su madre concretamente, y queda emplazada a trabajar en
otro lugar si así lo decide para “dejar de ser penitente junto a su familia”.
Otra separación menos aparente que ilustra también esta viñeta, es
respecto a los significantes que la habían estado encubriendo hasta entonces, a
saber, baja laboral, mobbing, etc.
Tras estos dos ejemplos, y entendiendo el tema que nos ocupa como algo
que toca a las nuevas modalidades del vínculo social, podríamos tomar como
referencia la ponencia de Hebe
Tizio en las últimas jornadas del Cpct Barcelona[2],
cuando afirmaba refiriéndose a la precariedad, que se trata de poder escuchar
algo de “las diferentes declinaciones cuando se introduce la subjetividad”
abriendo la posibilidad de pensar esos significantes que aparecen como producto
de la globalización y la llamada hiper-modernidad, en términos de plural.
Así como Tizio propone entonces su título en plural, “Precariedades”, parece
igual de oportuno pensando nuestro objeto de reflexión, la baja laboral, desde
el trabajo a realizar en el Cpct: pasar de la baja laboral a las
bajas laborales, en tanto en cuanto nos ocupamos del uno por uno, y
no obturamos la diversidad bajo el pretendido enunciado único que propone la
globalización, en su intento de globalizar incluso los malestares, de los que
afortunadamente desde el psicoanálisis aún podemos llamar sujetos.
NOTA: Texto
preparatorio para la ponencia “Baja Laboral S.A” que los miembros del primer
Stage Cpct-Barcelona presentamos en el Encuentro Internacional Pipol 3
“Psicoanalistas en contacto directo con lo social” (2007)
[1] Cottet, S. “La belle inertie”. Ornicar ?
revue du Champ freudien, nº 32, janvier-mars 1985, p.68-86
[2] Notas sobre ponencia de Hebe Tizio titulada “Precariedades”,
en la II Jornada
del Cpct en Barcelona, en Octubre 2006, bajo el título “Globalització i
modalitats del víncle social: efectes subjectius”
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