miércoles, 9 de mayo de 2012

El cuerpo del hombre sin atributos

Por Araceli Fuentes.



Robert Musil , autor de la novela “El hombre sin atributos”,  profetizó que el hombre moderno, el hombre atrapado por la estadística, es un hombre sin atributos cuyo destino es el de no tener otra cualidad más que la de la cifra, es decir la de ser un hombre cuantitativo.
 Agamben, por su parte, afirma que más allá de la exaltación de la imagen del cuerpo a la que asistimos en esta época, lo que cuenta es la escritura, lo contable es lo efectivo: el depósito electrónico del “uno por uno” es lo que interesa. Es decir, que lo que  se busca en el cuerpo es lo que puede escribirse. Este anhelo, según lo expresa Bentham, se basa en la necesidad de que cada uno tenga una cifra que conserve desde el nacimiento hasta la muerte. El DNI es el ejemplo más rudimentario, pero pronto será también el del código genético.
En la actualidad no se trata tanto de “vigilar y castigar”, famoso paradigma que da título a un libro de Michael Foucault, sino de “supervisar y prevenir”: en las sociedades en las que el miedo ha pasado a ser un factor político de primera línea, la supervisión y la prevención son los significantes amos de los proyectos, no sólo de los militares sino también de los sanitarios, en éstos últimos prevenir la enfermedad mental antes de que se manifieste, se ha convertido en un objetivo prioritario.
En 1966, Lacan realiza un diagnóstico radical sobre la servidumbre de la medicina respecto a la ciencia a la hora de pensar el cuerpo, servidumbre que hace que el modelo en boga sea el del cuerpo máquina, es decir la del cuerpo liberado de la carne y de sus pulsiones.
Una vez que la medicina se subordina a la ciencia, el saber cómo saber científico queda separado del cuerpo, como cuerpo vivo y sexuado, como cuerpo del que se goza. A esta separación Lacan la llama “falla epistemosomática” y aunque hoy estemos acostumbrados a ella, esto no ha sido siempre así. Por otra parte, habría que pensar si no es precisamente esta separación la causa de la proliferación de todo tipo de terapias, en la que los sujetos buscan alivio a su malestar.
La separación entre el saber científico y el cuerpo vivo y sexuado tiene como consecuencia, tal como podemos leer en la introducción al DSM IV, el borrar la diferencia entre los problemas mentales y las afecciones médicas generales.
En este contexto se pretende que el sufrimiento del sujeto se reduzca a una enfermedad, de este modo se banaliza el sufrimiento subjetivo y contra eso tenemos derecho a rebelarnos. Tenemos derecho a no consentir perder la palabra y a querer que nuestro malestar no pierda lo que tiene de singular y diferente al de los demás.
En “el hombre sin cualidades” hay algo insoportable y es de eso insoportable de lo que el psicoanálisis  se ocupa a partir de la clínica del uno por uno, no del uno por uno cuantificable del que se ocupa la estadística,  sino de lo que cada uno tiene de incomparable  por la restitución de lo único en su singularidad.
Araceli Fuentes. Psicoanalista en Madrid. A.E. de la AMP.





1 comentario:

  1. Como sugiere Araceli, es muy probable que la identificación genética se universalice y del DNI pasemos al DNA.
    Habla de supervisión como término que suple a "vigilancia". Yo creo que retornamos a una vigilancia real en el peor de los sentidos, cada vez más extendida, de nuestro cuerpo en nuestro entorno, de nuestros movimientos, y de nuestro cuerpo visible internamente por la Medicina tecnificada, industrializada.
    Las películas relacionadas con "El planeta de los simios" son evocadas por algo que ella afirma y que es de gran importancia: el ser humano deja de serlo si pierde la palabra.
    Creo que este post que comento es un buen inicio de un blog tan interesante como necesario, especialmente en esta época en que se da un ataque brutal a esa capacidad de poder decirnos, cada uno, en cada momento.

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