miércoles, 16 de mayo de 2012

El paciente, el que sufre.


Por Araceli Teixidó

En el marco de un taller de discusión de casos que coordino en un centro médico debatíamos acerca del término con el que se nombra a los que consultan al médico.
Como muchos saben, la aproximación del modelo empresarial al ámbito de la medicina y las políticas sanitarias, promovió un cambio de nombre de aquel a quien van destinadas: de paciente pasó a ser usuario para poner de relieve su papel activo como consumidor y sujeto de derechos del producto ofrecido.
¿Por qué no paciente? Hay quien cree – yo antes también – que se llaman pacientes porque se acentúa la dimensión de la espera, porque cuando se está enfermo hay que esperar. Pero en realidad, el significante paciente proviene del latín patiens que significa sufrido, padecido. También paciencia incluye la dimensión del sufrimiento: la primera acepción de esta palabra en el diccionario de la RAE es “capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse”.
Con la deriva mercantilista de la medicina, se intentó eliminar una palabra que abre a la dimensión humana en la relación sanitaria, que es aquella en la que precisamente encontramos la diferencia y la dignidad del enfermo.
¿Es que el sufrimiento no importa a los médicos de la medicina llamada científica? No es que no les importe, al contrario les importa mucho, les sabe mal que el paciente sufra. Pero la cuestión es como lo conciben: para ellos es algo a suprimir. Quizá la divisa sería “se puede estar enfermo sin sufrir”.
Hablemos de la depresión por ejemplo. Depresión es uno de los nombres que se da actualmente al sufrimiento del enfermo. Los usuarios se deprimen. Depresión sería otro significante a interrogar. Desde la perspectiva de la medicina llamada científica se considera malo dejar a alguien sufrir una depresión, incluso dejar a alguien ante la posibilidad de contraer una depresión sin medicarlo preventivamente. Si funciona, ¿por qué no prescribirlo?
No contestemos rápido.
Prefiero plantear algunas preguntas:
¿De verdad funciona? ¿Qué quiere decir que funciona? ¿Tiene alguna función la introversión libidinal en el enfermo? ¿No tiene sentido la tristeza cuando hay dolor, riesgo de muerte o pérdida de funcionalidad en el cuerpo? Porque si tiene sentido, ¿qué sentido tiene eliminarla sin atenderla? ¿Cómo deja eso al enfermo? ¿Por qué hay tantos pacientes “deprimidos” que mejoran en las primeras horas de serles prescrito un antidepresivo o en la primera semana, cuando la química tardará tres en hacer efecto? ¿Por qué hay pacientes que no quieren tomar la medicación antidepresiva? ¿Por qué el incumplimiento terapéutico en antidepresivos llega al 75%?
Paciente: el que sufre. Un campo para investigar.




1 comentario:

  1. Lierni Irizar.

    Al hilo del texto de Araceli y el posterior comentario de Javier, quería añadir una cuestión en torno a la visión del humano que subyace mayoritariamente en nuestra época. La actual orientación tecnocientífica, poderosa herramienta para explicar muchos fenómenos del mundo y de la vida, pretende también explicar lo que es un ser humano. El modo en que lo hace es reduciéndolo al modelo del animal (biológico) o al de la máquina. Son las dos tendencias contemporáneas que pretenden dar cuenta de lo que somos y representan para el filósofo V. Gómez Pin (Entre Lobos y autómatas) una clara tendencia antihumanista.Por un lado, el mito de la inteligencia artificial plantea una abusiva humanización de las máquinas junto a la correlativa desnaturalización del ser humano.Por otro lado, se extiende una posición ideológica con soporte en la genética contemporánea, en la que se postula la necesidad de asumir las consecuencias del alto grado de coincidencia genética entre humanos y animales. Se niega abusivamente la singularidad de la condición humana.
    El ser humano forma parte de la naturaleza como toda especie animal pero eso no basta. Hay una singularidad del humano. Es un ser de lenguaje, de un lenguaje que no es mero instrumento de comunicación sino que atraviesa su vida, su mundo, su historia y su cuerpo.La aparición de la palabra es un acontecimiento radicalmente subversivo en el seno de lo viviente y esto implica la singularidad del humano.La emergencia del lenguaje supone para la vida una subversión aún más grande que lo que la vida misma supone en el seno de la materia inerte.
    Creo que la reflexión sobre nuestra visión actual de lo humano es fundamental para abordar de forma adecuado su enfermedad y sufrimiento.

    lIERNI IRIZAR

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